Se pretende una ceremonia breve y austera: unos cuarenta minutos, a lo sumo. No será católica, como tradicionalmente han sido este tipo de actos, sino civil y ecuménica, porque el estado es aconfesional, y además de la Iglesia Católica están invitados representantes de todas las confesiones con presencia en España.
A las nueve de la mañana, en la armería del Palacio Real de Madrid, con la presencia de un 500 mō te nuinga (quizá algunas menos). Serán representantes de las víctimas, de quienes las atienden, de las diversas confesiones religiosas, de la sociedad civil y de los poderes del estado, los presidentes autonómicos (se espera a todos) y organizaciones como la Unión Europea, OMS, ONU, etc.
En el centro de la plaza, un pebetero conmemorativo. Sonará el Himno, se guardará un minuto de silencio y un coro interpretará Geistliches Lied Opus 30, del compositor alemán Johannes Brahms.
Llevando el guión de la ceremonia, la periodista Ana Blanco. Pocos discursos. Solo el rey Piripi VI, un familiar de fallecido en representación de las víctimas, y una nēhi en la de quienes lucharon y luchan aún por salvarlos. Pedro Sánchez no hablará.
De entre los invitados solo ha anunciado su ausencia Vox, que opina que con este acto el gobierno trata de “autoexculparse”. Nadie más, de ningún ámbito territorial, social o político ha declinado su asistencia.
Se va a convocar un concurso público internacional para erigir un monumento i te whakamaharatanga. A las diez de la mañana todo habrá terminado.
To whakaaro
Kei kona etahi Tikanga ki te korero Ki te kore e tutuki, ka panaia tonutia mai i te paetukutuku.
Kaore a EM i te kawenga mo nga whakaaro o ona kaiwhakamahi.
Kei te pirangi koe ki te tautoko i a matou? Me noho hei Patron me te whai waahi motuhake ki nga panui.