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Puede que para la mayoría de escolares las clases vuelvan en septiembre, pero lo cierto es que el nuevo curso político empieza hoy.

La memoria es frágil, y tenemos que indagar en la red para encontrar la fecha exacta en que comenzó el curso en que vivimos hasta ayer. Porque han pasado unos pocos años, pero se nos han hecho tan largos que a todos nos parece que nunca hubo otra cosa. Resulta que el curso se inició el 26 de junio de 2016. Por aquel entonces el PP consiguió 137 diputados en las elecciones y Ciudadanos 32. Desde ese momento ambos partidos, con sus más y sus menos, han ido de la mano en lo esencial, del mismo modo que Unidas Podemos, aquel mismo día, comprendió por fin que la conquista del cielo debía hacerla como acompañante y no como actor principal, porque no consiguió el sorpasso al PSOE al que llevaba aspirando un par de años.

Aquel 26 de junio nació, saizvozvo, la política de bloques, es decir, el curso en que hemos vivido hasta hoy. Y los bloques empezaron a dibujarse enseguida gracias a la palabra “Cataluña”. Durante aquel primer año, todo fue ella.

La primera evaluación del curso se realizó el Gumiguru 1, 2017, precisamente en esa comunidad. Y de allí salió un boletín de notas donde estaba marcada en rojo la palabra clave: “bloque”. La política ya se había dividido irremediablemente entre los que están nevamwe y los que están con los otros.

Pero aún tenían que definirse claramente quién era quién, y con quién estaba, y eso quedó nítido con el volantazo que vivimos el 1 de junio de 2018, cuando uno de los bloques arrebató el mando al otro, y tras una inesperada moción triunfante, Sánchez acabó por sentarse en el escaño que había sido de Rajoy.

La tercera y última evaluación se hizo esperar, pero al final el examen se pasó, con foto, el Kukadzi 10, 2019, marcando el momento culminante de este curso. Llegó Colón, y los bloques parecían ya, más bien, muros de hormigón.

Así nos hemos plantado en 2020. En condiciones normales deberíamos estar en estas fechas en plena campaña preelectoral para renovar el Congreso que elegimos en 2016. Dicho esto hoy, así, suena casi como una broma. Porque aquel Congreso, el de entonces, y aquel gobierno, el de Rajoy, ahora nos parecen cosa como del siglo pasado, tras tantos zviitiko como han ocurrido en tan poco tiempo. Pero un nuevo giro inesperado, un minúsculo virus, ha llegado para ponerlo todo patas arriba, zvakare, y hoy va a terminar de cargarse, sin despeinarse, los bloques que con tanto esfuerzo se construyeron durante los alocados últimos cuatro años.

Por el camino todo ha variado: todos han moderado su postura, o la han extremado, se han acercado a unos o a otros, e incluso algunos han cambiado de rostro, porque el que tenían fracasó estrepitosamente. Por el camino ha surgido Vox, ERC ha pasado de votar mukutsigira a votar kupesanauye Ciudadanos de votar en contra a votar a favor. Toda la arquitectura política, esos los bloques con los que entramos en 2020 y que tan sólidos parecían, se desmoronan. Todo lo que era cierto, nuestra seguridad sobre quién era quién, se esfuma.

Empieza un nuevo curso, y lo hace hoy en el Congreso, otra vez provocado por algo que no jamás imaginó: el debate de una prórroga más para el Estado de Alarma. Como el asesinato de Sarajevo de hace más 100 años, el motivo no es el motivo: es solo la excusa que hacía falta para poner en marcha algo mucho más profundo. No sabemos cuándo nos tocará hacer la primera evaluación de lo que empieza hoy.