Después del 1-O, el soberanismo salió claramente reforzado por la torpeza de la actuación gubernamental y la constatación de que, a pesar de ella, la mayor parte de la jornada electoral se había podido desarrollar. Con la prensa internacional inclinada a condenar los sucesos, la población soliviantada ante lo sucedido, todo parecía favorecer su posición.
Los planes eran dar a conocer el escrutinio definitivo y convocar al Parlament para una eventual Declaración Unilateral de Independencia.
Si embargo, en los últimos días se están acumulando las dudas entre quienes tienen que tomar las últimas decisiones. A pesar de las presiones para que se tomen decisiones unilaterales ya, sectores del PDeCAT y de ERC, incluido algún consejero del propio gobierno catalán, dudan seriamente de su conveniencia.
Aún no se han facilitado datos definitivos del escrutinio, encallado por dificultades técnicas notables y por algo más: aunque el porcentaje de síes fue abrumador, la participación no resultó tan rotunda como hubiera sido necesario para dar legitimidad social al proceso. La mitad de los catalanes, si no más, se quedaron en casa.
Por otro lado, los observadores internacionales invitados por la propia Generalitat, aunque reprobaron la actuación policial durante la jornada, no han podido certificar que los resultados hechos públicos cumplen los estándares internacionales. La prensa internacional es ahora más tibia que hace unos días, y los gobiernos han cerrado filas al lado del de España.
Algunos otros hechos, como la carta hecha pública por algunos mandos intermedios de la policía pidiendo perdón por los excesos cometidos, y señalando a la vez los graves errores cometidos por el gobierno en la gestión de la crisis, y la falta de profesionalidad de los mossos, contribuyen a relajar algo el ambiente social y a repartir culpas.
En el campo económico, por otro lado, alguna empresa importante y, sobre todo, dos grandes entidades financieras, han tomado medidas para trasladar su sede social fuera de Catalunya. No se trata de meras amenazas, o de planes para un futuro lejano, sino de decisiones inmediatas. Con ello, las alarmas han saltado en algunos sectores del Govern, mientras Fitch pone en “perspectiva negativa” el rating de Catalunya, lo cual dificulta aún más la capacidad de financiación de la Generalitat.
Sectores del obispado, partidos como Podemos, y algunas otras entidades, están intentando poner en marcha algunas fórmulas de mediación o acercamiento. Los acontecimientos se suceden en cuestión de horas, y probablemente acabaremos el día con más novedades. Todo está en el aire.
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