Hace ya siete años desde el inicio de la Primavera Árabe en Túnez, en las que el suicidio de un mercader tras arrebatarle la policía sus mercancías y posesiones dio pie a una serie de protestas en masa de las poblaciones de los países árabes del Norte de África y Golfo Pérsico contra la represión de sus Gobiernos y sus dirigentes.
Esta oleada de disturbios se desarrolló de forma desigual en los diferentes países donde se llevaron a cabo las protestas, llegando a causar reformas administrativas, caídas de Gobiernos y apertura de regímenes hacia democracias más occidentalizadas, pero también la derrocación de líderes llegó a ocasionar el inicio de varias guerras civiles.
La primavera árabe llegó hasta el país vecino de Marruecos de forma masiva en febrero de 2011 tras la inmolación de varios jóvenes como protesta por las desigualdades sociales (si bien es cierto que ya en 2010 hubo fuertes protestas en el territorio del Sáhara occidental que terminaron en duros enfrentamientos con las autoridades marroquíes que consiguieron desactivarlas con fuerte represión). En esta ocasión el rey marroquí, Mohamed VI anunció una reforma constitucional para aplacar las protestas recogiendo parte de sus reivindicaciones, lo que apaciguó los ánimos.
Pero lejos de vivir en un remanso de paz, en el Reino marroquí están viviendo estos últimos meses un nuevo conflicto que amenaza con poner en jaque la posición del país en el ámbito internacional además de comprometer la imagen de su Rey: el conflicto del Rif con las protestas en Alhucemas.
Para entender el origen del conflicto entre el Gobierno de Rabat y el Rif hay que retrotraerse hasta mediados del siglo pasado y echar un vistazo a su historia reciente, así como destacar varios datos geográficos, políticos y administrativos que hacen a este territorio particularmente conflictivo.
El Rif es un amplio territorio que se extiende por la costa Norte de Marruecos desde Yebala hasta la frontera con Argelia, englobando varios territorios de soberanía española como la ciudad autónoma de Melilla o el Peñón de Alhucemas.
Con una demografía de mayoría bereber, muchos de sus habitantes pertenecen a dicha etnia y conservan como lengua materna al tarifit rifeño que convive con el árabe y en menor medida el francés y el español.
Geográficamente comprende seis provincias (Taza, Berkane, Driouch, Uchda, Nador y Alhucemas) y por tanto engloba poblaciones como Alhucemas, Melilla o Nador.
Administrativamente en la primera mitad del último siglo el Rif ha estado bajo el protectorado español ligado al hecho de que parte de su población tiene su origen en la expulsión musulmana llevada a cabo en la península ibérica durante el reinado de los Reyes Católicos.
Formó parte de dicho protectorado hasta la independencia marroquí de 1956, si bien la población rifeña siempre ha mostrado un fuerte caracter independentista y ha luchado contra España y Marruecos por lograr su independencia.
Entre 1911 y 1921 el establecimiento en la zona del Protectorado español dio lugar a varias sublevaciones rifeñas que desembocaron en una guerra entre la población bereber y las tropas españolas, dando lugar a la proclamación de la República del Rif en 1921 tras la derrota de los españoles en el llamado Desastre de Annual.
Dicha República comprendía un territorio entre Tetuán y Nador, fijando su capital en Axdir, aunque solo perduró durante 5 años hasta que en 1926 las tropas españolas la disolvieron tras ganar a los rifeños en el llamado Desembarco de Alhucemas.
En 1956 tras la independencia de Marruecos España firmó la independencia del Rif y pasó a formar parte del nuevo Estado marrroquí, si bien desde el primer momento las regiones del Rif fueron excluidas de la vida política marroquí. A raiz de estos hechos, en 1958 los rifeños se volvieron a sublevar, esta vez frente a Marruecos pero el Rey Hassan II ordenó a sus tropas aplacar la revuelta, que terminó con 8000 bajas en el bando bereber.
A partir de ese momento el Gobierno de Rabat decidió aislar económica, política y públicamente al Rif, así como retiró toda referencia a la cultura bereber con el objetivo de, a medio plazo, acabar con las ansias independentistas de la zona. Paralelamente a esto Rabat decidió reprimir duramente cualquier amago de protesta en el Rif, y presionó para que España no diera voz a la población bereber de Melilla.
A finales de los 80 el PSOE decidió otorgar ciudadanía española a los refugiados del Rif residentes en Melilla y desde ese momento muchos de ellos se establecieron en la península y lucharon por mantener su cultura bereber a la vez que daban voz a las reivindicaciones rifeñas así como de la represión a la que estaban siendo sometidos sus compatriotas. Muchos de ellos han mostrado su interés por unificar todos los territorios dentro del Rif incluyendo a la ciuda de Melilla.
Tras la llegada al poder de Mohamed VI se comenzaron a levantar las medidas contra los rifeños si bien es cierto que en 2008 decidió ilegalizar el principal partido político bereber lo que indignó a los rifeños.
Pero el gran conflicto actual con Alhucemas tiene su origen en octubre de 2016 cuando un vendedor de pescado murió aplastado por un camión de basuras al intentar recuperar la mercancía que la policía marroquí le habia retirado, lo que dio origen a protestas masivas en la región del Rif y en parte del resto de Marruecos en algo que se vio como una muestra de la desesperación de la población rifeña por las pésimas condiciones económicas en las que viven desde hace más de medio siglo.
Desde ese momento no han cesado las protestas en Alhucemas, y si bien el Gobierno de Rabat ha considerado inicialmente las protestas como una revuelta propiciada por intereses extranjeros, hace unos meses admitió que las peticiones del Movimiento Popular del Rif eran razonables y prometió acelerar las inversiones para construir hospitales, universidades y mejorar las obsoletas infraestructuras de la zona.
Lejos de confiar en las palabras de su monarca, en Alhucemas continuaron las protestas a lo que Rabat reaccionó ordenando la detención en mayo del principal líder del Movimiento, Nasser Zefzafi, que se encuentra actualmente encarcelado en Casablanca así como otros 100 participantes del Movimiento de protestas han sido igualmente arrestados.
Actualmente la población de Alhucemas vive en una ciudad fortificada por los antidisturbios marroquíes aunque raro es el dia en el que no se registra alguna manifestación, protesta o revuelta. El uso de gases lacrimógenos durante horas contra los manifestantes así como la detención de varios periodistas que cubrían las revueltas por ‘alentar a la participación en las protestas’ han echado más leña al fuego.
En los últimos días el Estado marroquí ha intensificado sus medidas para evitar las protestas amenazando con retirar la licencia a los taxistas para que no recojan a quienes quieran unirse a las trifulcas, estableciendo controles de acceso a la entrada y salida de Alhucemas y obstaculizando el acceso desde el resto del país a la ciudad para evitar imágenes de manifestaciones masivas.
Los rifeños, lejos de desistir afirman que no pararán hasta que liberen a los detenidos por protestar (que llevan desde Mayo a disposición judicial) y hasta que lleguen las ayudas sociales y la desmilitarización de la región, algo que choca frontalmente con los intereses de Rabat, que no quiere dar una imagen de debilidad ante el mundo.
Todos se juegan mucho en estos meses, hasta en Palacio son conscientes de que si algo les enseñó la Primavera Árabe es que todo puede dar un giro radical en apenas 48 horas y una desproporción o un toque de atención a nivel internacional podría terminar incluso con el asentado poder de Mohamed VI, mientras los rifeños aspiran a equiparar sus condiciones sociales con el resto del país y, quien sabe, a lograr ser independientes algún día.
Y ante esto, desde la vecina Melilla se mira de reojo todo lo que ocurre con la incertidumbre de lo inesperado, viviendo un día a día muy alejado del de los rifeños a pesar de estar a decenas de kilómetros, pero décadas de distancia.
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