¿17-N?

El tiempo pasa y la situación no se aclara en cuanto a la investidura de Sánchez. En la dirección del PSOE se baraja ya una “doble vía” u hoja de ruta: Por un lado, la línea principal sigue siendo continuar buscando posibles aliados para el gobierno, hasta conseguir que alguno ceda, pero, por otro, no se descarta ya la celebración de nuevas elecciones.

La primera alternativa, la de buscar apoyos con poco coste para el PSOE, sigue siendo la preferida. Y entre los tres “grandes” facilitadores de la gobernabilidad, se sigue poniendo el foco en Podemos, dejando a Ciudadanos en segundo lugar y al PP como tercera opción. Pero nada es descartable.

El hecho de que se necesite el voto favorable de Podemos (y no la mera abstención, como bastaría para los casos de Ciudadanos o el PP) complica las cosas con los morados. Para votar a favor, Podemos pide, lógicamente, contrapartidas mayores: asumir responsabilidades ministeriales, compartir decisiones, caminar juntos como socios. El PSOE se muestra reacio, no solo porque triplica a los de Iglesias en escaños, sino porque el juego de los números, puede exigir contar con terceros (ERC, Junts, etc) que pueden resultar molestos compañeros de viaje, e implican un coste electoral a largo plazo.

En cuanto a la alternativa de una hipotética abstención de Ciudadanos o incluso del PP, es esta una posibilidad muy inmadura aún. Además, al contrario de Podemos, y aún permitiendo la investidura, los partidos del bloque de derechas no apoyarían los sucesivos presupuestos del Estado, con lo que la gobernabilidad resultaría difícil. Tampoco sería fácil, por cierto, sacar adelante presupuestos con el apoyo de Podemos si, de nuevo, no se cuenta con terceros partidos. Y, otra vez, esta situación plantea el riesgo de tener que acabar cediendo ante algún grupo independentista en materia presupuestaria o en cuestiones territoriales que parecen ser, hoy por hoy, una línea roja para el PSOE.

En el pequeño círculo de asesores directos de Sánchez hay opiniones diferentes, pero parece emerger como solución de compromiso la de dejar que la situación siga madurando tanto tiempo como sea preciso. El retraso tensa más a los adversarios que al PSOE, las encuestas van acentuando un regreso al bipartidismo que pone muy nerviosos a Rivera e Iglesias, y todo ello juega a favor de los socialistas.

Una vez celebrada la sesión de investidura, que será probablemente en la semana del 15 de julio, los plazos comenzarán a contar. Si seguimos como hasta ahora, y el socio prioritario, Podemos, no vota en ese momento a favor de Sánchez, la investidura no tendrá éxito y pasaremos el verano manteniendo la actual interinidad.

En septiembre ya no habrá dónde esconderse. En ese momento, o Podemos vota a favor de Sánchez en la segunda investidura, con las condiciones que sea, tras unas negociaciones de última hora en las que, otra vez, habrá más urgencias por el lado morado de la mesa, o el PSOE podría buscar una alianza in extremis con Ciudadanos. Si ninguna de estas alternativas triunfa, se convocarían unas nuevas elecciones para mediados de noviembre.

Llegaríamos a ellas, probablemente, con Ciudadanos dividido y débil, con lo que sería fácil hacerle renunciar a la estrategia actual del “no es no”, si se le necesitara. Llegaríamos, quizás, con un nuevo competidor para Podemos (el movimiento de Errejón). Errejón mantendría un discurso “pactista” que facilitaría aún más a Sánchez la tarea de presentar a Podemos como el responsable del fracaso. Y, sobre todo, llegaríamos a noviembre con una población deseosa de acabar con el sainete de una vez.

Todo ello, dicen los asesores, beneficia a Sánchez, convirtiéndole en el único voto posible para muchos españoles. Entonces el PSOE podría conseguir mayorías que hoy todavía nos parecen lejanas: el sueño de no depender de nadie o de casi nadie asoma en el horizonte. No es este el escenario principal que se plantean en el partido socialista, pero ya no se trata de un escenario descartado.