En estos días se está celebrando la convención republicana que intenta relanzar a Donald Trump para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre.
Muchos dicen que es un esfuerzo inútil, porque el candidato demócrata Joe Biden le aventaja claramente en las encuestas (con el doble de margen que Hillary tenía en estas mismas fechas hace cuatro años).
Sin embargo, la verdad es que ni mucho menos está todo dicho. Primero, porque los sondeos en Estados Unidos suelen darnos importantes sustos, y son muy variables de unas casas a otras. Y, segundo, porque lo que importan no son los votos totales sino su reparto entre los estados, que son los que deciden, uno a uno, a qué candidato dan su apoyo.
Hoy se ha conocido una encuesta que pone patas arriba todo lo dicho en estos meses. Rasmussen, conocida ya por sus pronósticos “díscolos” en 2016, da un vuelco a sus anteriores sondeos y pronostica que Biden solo conseguirá un punto de ventaja (46 a 45) sobre Trump en las elecciones del 3 de noviembre. Eso, en la práctica, significa que Trump las ganaría. ¿Cómo es posible? Porque, como decíamos antes, son los estados en bloque los que, mediante un sistema de votos ponderados según su población, otorgan su apoyo a uno u otro candidato. De nada te servirá ganar California por un millón de sufragios si luego pierdes por 10.000 de diferencia en otros diez…
Dada la distribución probable de los votos según los estados americanos, calculamos que Biden necesita superar a Trump por cuatro puntos de diferencia para estar razonablemente seguro de lograr la presidencia. Con una ventaja de alrededor de dos puntos (y pico) las posibilidades de ambos se igualarían, y para ventajas inferiores de Biden, es casi inevitable que gane Trump.
Hemos hecho una extrapolación de los datos de Rasmussen estado por estado, y obtenemos este reparto más probable, aprovechando el mapa interactivo de 270towin:
La de Rasmussen es solo una encuesta. Muchas otras (la mayoría) dan aún a Biden un margen superior, y con él, la victoria. Pero nos indica una cosa: no es cierto que estas elecciones vayan a ser aburridas. Queda mucho en juego y nada está aún decidido. Quien diga lo contrario no conoce la política americana, ni su endiablado sistema electoral, ni el estrecho margen en que todo puede acabar decidiéndose.
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