Después de varios “annus horribilis” seguidos para la Unión Europea, algo se mueve en la trastienda del continente.
La desafección de una parte cada vez mayor de la ciudadanía, unida a deserciones concretas como la de Gran Bretaña, y a la actitud claramente insolidaria de varios países del Este, está poniendo en jaque a la unión. Tanto, que es ya un lugar común en los mentideros comunitarios la idea de que en 2018 o avanzamos de verdad o la U.E. se muere.
No es una exageración. Las ideas (más bien los parches) que llevan años pululando en la mente de algunos burócratas (Europa a dos velocidades, Europa del “núcleo duro”, etc) son ya cosa del pasado. Lo que ahora se plantea es algo más descarnado y brutal: “quien quiera seguir que siga, pero con todas las consecuencias, y quien no quiera que no lo haga, pero que deje de entorpecer el camino de los que desean continuar”.
El Brexit, cuyos detalles se están negociando en estos momentos, ha sido el toque de atención final, llegado justo después del penúltimo aviso, que fue la actitud de muchos países ante la acogida de refugiados. La conclusión a la que está llegando es clara: o se acaba con la insolidaridad, la unilateralidad y las medias tintas, o se acaba la misma Unión Europea. Ya no hay donde esconderse.
El proyecto de constituir unos auténticos Estados Unidos de Europa empieza a cobrar fuerza, después de que haya sido rescatado por algunos políticos destacados, como el socialdemócrata alemán Martin Schulz. El viejo ideal de mediados del siglo XX: construir una realidad supranacional y no solo un conglomerado internacional, ha vuelto. Y lo hace con las ideas muy claras. Solo se uniría al proyecto quien quisiera, a través de referendos nacionales u otros mecanismos que dejaran clara la existencia de una “voluntad inequívoca”. Porque quien se suba al proyecto debe saber que el resultado final sería una cesión de soberanía efectiva y quizás irrevocable, que llegaría hasta aspectos nunca antes vistos: la armonización fiscal real, la ciudadanía, la política exterior, la defensa y, por supuesto, la libre circulación y la moneda. No caben excepciones, no cabe seguir anteponiendo el egoísmo nacional a la Unión.
En la sombra, haciendo deliberadamente poco ruido, algunos líderes europeos con Macron y Merkel como punta de lanza, podrían estar preparando ya un órdago: una auténtica Constitución cuasi federal para Europa, a la que se unirían pocos Estados (se da por hecho el rechazo de muchos, dado el euroescepticismo general) pero con auténtica fuerza y convicción.
Sería posible, incluso, que esos Estados Unidos de Europa renunciasen a participar individualmente en la Unión Europea Actual, y pasasen a formar parte de ella como un solo Estado, sucediendo a los actuales en todos sus derechos y obligaciones, pero construyendo, de puertas para adentro, una unión muchísimo más sólida que la que hoy en día ofrece la U.E.
Todas las alternativas están abiertas, y hay un ambiente general de apuesta, de “todo o nada” que acabará saltando a la opinión pública si se consigue que la decisión madure lo suficiente.
No importa que finalmente decidan subirse al carro solo seis u ocho países: lo que importa es que se suban de verdad. Casi con seguridad se desmarcarán los más escépticos, como Polonia o Hungría, y muchos más del Este, e incluso algunos de gran importancia simbólica e histórica como Italia, donde el rechazo a Europa ha crecido mucho durante los últimos años. No importará. Se cuenta con ello (y ya se arrepentirán más adelante si el proyecto sale bien, con lo cual para cuando pidan el ingreso en los Estados Unidos, lo harán asumiendo todas las condiciones, como hacen siempre los derrotados).
El proyecto, por tanto, constaría de tres grandes patas:
- Una sólida estructura jurídica, económica e institucional, detalladamente diseñada y sin fisuras, con la que se evitarían los defectos de los anteriores intentos, mucho más endebles (Tratado de Maastricht de 1992, Constitución europea de 2004).
- La superación de las actuales estructuras burocráticas y subordinadas a las naciones integrantes, propias de la U.E., sustituyéndolas por auténticas instituciones propias de un Estado: Un Parlamento auténticamente legislativo, órganos realmente jurisdiccionales que culminen los distintos sistemas judiciales nacionales, y un ejecutivo directamente designado por el legislativo y con todos los poderes negociadores e incluso decisorios ante terceros Estados.
- Una apuesta por la calidad de los vínculos, más que por la cantidad. Se renunciará a una unión masiva e incluso a la propia continuidad territorial, si es necesario. Se preferirá una unión efectiva de unos pocos Estados, con la esperanza de que su éxito irradie luego hacia otros.
Precisamente este último punto puede ser el principal escollo y a la vez la mayor fortaleza del proyecto. Se aspira a que solo se integren en él los países en los que tanto los gobiernos como la población se muestren inequívocamente favorables. Se requiere por tanto que el proyecto sea realmente popular y nunca más se produzcan integraciones dirigidas desde los gobiernos que luego se topen con la oposición social. Eso, dado el actual y general euroescepticismo, es un arma de enorme fuerza (para los que consigan que su población se implique), pero también una gran debilidad (porque es posible que la gran mayoría decidiera quedarse fuera).
En un sondeo elaborado por YouGov en varios países, los contrarios se imponen claramente a los favorables, aunque es muy destacable la gran cantidad de indecisos y la mayor propensión a favor que existe en los dos países esenciales para que el nuevo Estado saliera adelante: Francia y Alemania.
Quizás 2018 acabe siendo el año del gran revulsivo para Europa, si ideas como ésta consiguen prosperar. De momento, sin embargo, reina el euroescepticismo y la sensación de que la mayoría de la población prefiere que cada cual haga la guerra por su cuenta. Pero eso puede cambiar, si los líderes tocan los resortes adecuados. Dentro de 365 días sabremos si este año ha traído, una vez más, retrocesos para el proyecto de Unión Europea, o si, por fin, ha surgido algo nuevo que de verdad ilusione a la sociedad.
@josesalver
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