Hoy es día de reflexión previo a las elecciones europeas, municipales y autonómicas (por ese orden se contarán los votos mañana).
Las encuestas difundidas hasta el lunes pasado (último día en que legalmente es posible) han dejado el juicio visto para sentencia, pero en la mayoría de casos no está claro cuál será su contenido. En muchos lugares se dibujan mayorías de tan solo uno o dos concejales, o de uno o dos diputados autonómicos. En alguno, como la Comunidad de Madrid, existe la posibilidad de terminar con un empate total entre bloques. Todo puede pasar (salvo en Vigo, Zamora y alguna otra ciudad que ya están prácticamente decididas), porque una ligera desviación respecto a lo previsto lo cambiará todo.
El 28 de abril las encuestas acertaron: en algunos casos su precisión fue sorprendente, teniendo en cuenta que hablamos de ciencias sociales, siempre imprecisas. En unas elecciones generales, una desviación promedio de un 2% para cada partido nacional que logre representación es razonable, pero hace un mes muchas encuestas lograron afinar hasta ese punto y, algunas, mucho más.
Para las elecciones locales de este domingo es probable que ese acierto no se vuelva a repetir. Ahora tenemos multitud de partidos propios, diversas situaciones propias influyendo a la vez en el resultado. Lo que es válido aquí, tiene un efecto opuesto allá: hay una dinámica municipal diferente en cada lugar, y resulta imposible para una encuestadora global aunar rigor técnico con muestras suficientes y un grado de conocimiento de las peculiaridades de cada lugar que permita hacer una buena cocina. Muchos factores particulares influirán para acabar dándonos sorpresas, y lo harán.
Es probable, por lo tanto, que el error de las encuestadoras sea mayor cuanto más pequeño sea el ámbito de cada una: grande en las municipales, algo menor en las autonómicas, y menor aún en las europeas.
Pero incluso para estas últimas elecciones hay incertidumbres notables. Las europeas son la convocatoria perfecta para dejar que afloren el voto visceral y el voto contestatario. Con una circunscripción única y la sensación de que “no nos jugamos tanto”, los electores pueden dejarse llevar por impulsos que no tienen tanto peso en otras convocatorias. En parte estas circunstancias encumbraron a Pablo Iglesias en las elecciones europeas de hace cinco años, y son los que pueden dar muchos votos a quien ahora, como él entonces, lleva su foto a la cabecera de las papeletas. Además, en la última semana se han producido hechos notables, como la constitución de las Cortes y la toma de posesión de varios parlamentarios que permanecen en prisión, así como su suspensión posterior. Las muchas horas de información y opinión que todo esto ha provocado tendrán influencia en el momento decisivo, aquél en el que se escoge la papeleta del voto. ¿Pero cuál será ese efecto? Está por ver, porque el momento de la decisión empieza ahora.
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