La Cámara de Diputados de Argentina se vio envuelta en una sesión tumultuosa marcada por el rechazo de varios artículos de la controvertida Ley Ómnibus, culminando en un pedido de cuarto intermedio por parte de Gabriel Bornoroni, representante de La Libertad Avanza, que desembocó en el retorno del proyecto al plenario de comisiones sin fecha fijada para su revisión. Este giro inesperado desató una ola de acusaciones de traición y reproches, no solo entre el poder ejecutivo, gobernadores y diputados dialoguistas, sino también dentro de las propias filas partidarias, incluida la bancada oficialista libertaria, evidenciando una profunda fractura en el consenso político.
Desde Israel, el presidente Javier Milei no tardó en expresar su descontento, acusando a lo que denominó “la casta” de oponerse al cambio elegido por los argentinos en las urnas, subrayando la resistencia del establishment político frente a las reformas propuestas por su gobierno. La situación se agravó cuando el partido de Milei, La Libertad Avanza, emitió un comunicado advirtiendo de las consecuencias de la traición, reafirmando su postura intransigente contra la extorsión de los gobernadores en busca de mantener sus privilegios.
La sesión, que debatía modificaciones significativas al proyecto original de 664 artículos, reducido a poco más de 300 tras intensas negociaciones, solo logró aprobar seis emergencias antes de enfrentar obstáculos insuperables, como la delegación de facultades legislativas al presidente en materia de seguridad y energía, que fueron rechazadas por significar un vaciamiento de poder real.
La negativa a otorgar al presidente la capacidad de reorganizar el sector energético y de manejar fideicomisos cruciales para los gobernadores marcó un punto de inflexión, con figuras como Carolina Píparo de La Libertad Avanza votando en contra de modificaciones específicas propuestas por otros legisladores. Este clima de confrontación reveló las profundas divisiones no solo entre la oposición y el oficialismo sino también dentro de las alianzas políticas, exacerbando las tensiones y complicando aún más el panorama legislativo.
Los esfuerzos por mediar en las negociaciones y buscar compromisos se vieron frustrados por la inflexibilidad de ciertos sectores y la falta de confianza mutua, lo que llevó a un estancamiento que culminó con la decisión de retirar el proyecto de ley ante la inminente derrota. Esta medida, dictada por Milei desde Israel, refleja la profunda crisis de representatividad y el desafío de implementar un cambio sustancial en un sistema político marcado por la desconfianza y la polarización.
Ahora, el presidente ya trabaja en una nueva serie de reformas mientras busca la opción de que no sean paralizadas de nuevo por una Cámara con difícil consenso.
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