El primer ministro belga, Bart De Wever, afronta su momento más delicado desde que asumió el poder a comienzos de año. La coalición de cinco partidos que sostiene su Ejecutivo —formada por la nacionalista flamenca N-VA, los liberales francófonos de MR, los democristianos de CD&V, los socialdemócratas flamencos de Vooruit y los centristas francófonos de Les Engagés— pende de un hilo tras el nuevo fracaso de las negociaciones presupuestarias.
Mientras el país intenta aprobar un ajuste de 10.000 millones de euros exigido por Bruselas, las diferencias ideológicas entre los socios amenazan con provocar una crisis de gobierno que podría desembocar en elecciones anticipadas.
Una coalición imposible
Desde su formación tras las elecciones federales de 2024, el llamado gobierno “Arizona” se ha sostenido sobre un equilibrio inestable entre flamencos y francófonos, derecha e izquierda. La coalición nació con una mayoría exigua —76 de los 150 escaños de la Cámara de Representantes— y con profundas divergencias en materia fiscal.
El principal punto de fricción ha sido el aumento del IVA propuesto por De Wever para equilibrar las cuentas. La medida cuenta con el rechazo frontal del presidente del MR, Georges-Louis Bouchez, que se niega a aceptar una subida de impuestos y ha convertido su oposición en una cuestión de identidad liberal.
La tensión alcanzó su punto álgido el martes por la noche, cuando las conversaciones presupuestarias volvieron a romperse. Este miércoles, De Wever ha iniciado una última ronda de reuniones bilaterales con sus socios para intentar salvar el acuerdo. En el entorno del primer ministro reina el pesimismo: “Cada hora que pasa, las posibilidades de consenso disminuyen”, reconocen fuentes gubernamentales.
Tres escenarios sobre la mesa
El escenario más optimista pasa por un acuerdo de última hora que permita a De Wever presentar un presupuesto a la Cámara antes de la fecha límite, el 6 de noviembre. Sin embargo, pocos en Bruselas creen que eso sea posible.
En caso de que las conversaciones sigan bloqueadas, el primer ministro podría acudir al Palacio Real para informar al rey Felipe de la situación. Oficialmente, se trataría de una comunicación ordinaria; en la práctica, sería una señal inequívoca de que el Gobierno está al borde del colapso.
El tercer y más dramático escenario es que De Wever presente su dimisión. La tradición política belga dicta que el monarca podría aceptar la renuncia o pedirle que continúe en funciones mientras se intenta una nueva mediación. En cualquier caso, el gesto tendría un alto valor simbólico y abriría un periodo de incertidumbre política con consecuencias económicas inmediatas.
El peso de la seguridad nacional
El momento no podría ser más delicado. El jueves está convocada una reunión del Consejo Nacional de Seguridad para abordar la creciente amenaza de drones detectada en el espacio aéreo belga. El ministro de Defensa, Theo Francken (N-VA), ha advertido de que “no se puede predecir una guerra en Europa, pero las perspectivas no son buenas”.
Si el primer ministro decidiera dimitir en esas circunstancias, el gesto sería interpretado como una señal de alarma para la población, y un mensaje claro de que el Ejecutivo ha perdido el control político justo cuando el país necesita estabilidad.
Un Parlamento fragmentado
Las elecciones federales de 2024 dejaron un Parlamento profundamente dividido. La N-VA obtuvo 24 escaños (16,7%), seguida por la ultraderechista Vlaams Belang (20 escaños, 13,8%). Los liberales de MR conservaron 20 asientos (10,3%), y Les Engagés se consolidaron con 14 (6,8%).
El bloque socialdemócrata suma 29 diputados entre PS (16) y Vooruit (13), mientras que el PTB-PVDA mantiene una presencia significativa con 15 escaños. Los verdes, divididos entre Ecolo (3) y Groen (6), apenas suman 9, y los liberales flamencos de Open VLD se quedan con 7.
Con semejante fragmentación, formar mayorías alternativas resulta extremadamente difícil. La alianza con Vlaams Belang, pese a su crecimiento, sigue vetada por el cordón sanitario que mantiene el resto de partidos.
El impacto económico
El bloqueo político amenaza con tener un impacto directo sobre la economía belga. Con una deuda pública superior al 100% del PIB, el país necesita aprobar un presupuesto creíble para evitar tensiones con la Comisión Europea y preservar su calificación crediticia (AA-/Aa3).
Bart De Wever, artífice de una improbable coalición, podría pasar de ser el símbolo de la estabilidad flamenca a protagonizar la próxima gran crisis política del corazón de Europa, con un país dividido, un Parlamento bloqueado y una Unión Europea mirando con inquietud cómo uno de sus fundadores vuelve a rozar el vacío de poder.

























































































































































































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