Después de la celebración de la convención demócrata la semana pasada, que ha lanzado a Joe Biden en su intento de recuperar para los demócratas la presidencia de los Estados Unidos, hoy les toca el turno a los republicanos.
Charlotte (Carolina del Norte) será ahora el escenario oficial de la convención republicana, que se desarrollará entre hoy lunes y el próximo jueves.
Los republicanos han estado especialmente atentos a la convención demócrata, que se saldó con cuatro días de aburridas reuniones, algunos discursos vibrantes, otros no tanto, y, por culpa del coronavirus, mucho plasma, poca relación directa con las masas, y audiencias más bajas que en ocasiones anteriores. Biden sale de su convención con una ventaja de más de nueve puntos sobre Trump, con un partido unido y notable alivio porque “todo ha salido bien”, pero eso ya cuenta poco, porque el presidente espera darle la vuelta a la situación haciendo lo que mejor sabe hacer: dar espectáculo.
Aunque muchos aspectos de la convención republicana no se han rebelado, sí se sabe cuáles serán algunas de las ideas básicas. La principal, darle peso a las intervenciones presenciales, con público, y renunciar al dominio de los “enlatados” que ha presidido la convención demócrata. A pesar de que el coronavirus impondrá restricciones, Trump (y su mano derecha y yerno, Jared Kushner) desea que las imágenes de la convención transmitan cercanía y calor. Trump odia las grabaciones y prefiere la improvisación y el directo, aunque comporte riesgos. Así que, de una forma u otra, en Charlotte habrá más vítores, aplausos, más color y ruido ambiente que en el Miwakee de los demócratas.

El segundo aspecto que Trump pretende afianzar es la imagen oficial, que aporta seguridad al votante, unida al culto a la personalidad. Para ello se potenciarán las conexiones desde Washington, con la Casa Blanca o incluso el Capitolio como marcos para intervenciones clave. Los asesores quieren que el candidato aproveche el “tirón presidencial” que ha permitido renovar su mandato a la mayoría de los presidentes de Estados Unidos en el pasado.

Por último, el mensaje. Como gran comunicador que es, el presidente sabe que largas horas de complejas explicaciones sirven para poco: basta un mensaje contundente, pronunciado en el momento adecuado, que toque las fibras necesarias, para que sea eso lo que realmente cale en el imaginario colectivo pasadas las semanas. Sus intervenciones intentarán tocar esa tecla, como ya logró hace cuatro años con su sorprendente ascensión, precisamente tras las convención republicana, en la que la consigna “Make America great again“, consiguió aunar en un voto común muchos sentimientos hasta entonces dispersos.
Cuando el jueves pronuncie su discurso final, Trump espera haber dejado “a la mitad” la ventaja que ahora mismo le lleva Joe Biden. Y aún dispondrá de dos meses adicionales para recuperar la otra mitad. Veremos si es capaz de semejante logro.
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