Costa de Marfil acude hoy a las urnas en unas elecciones generales que marcarán el futuro político de una de las economías más dinámicas de África Occidental. Las presidenciales y legislativas, celebradas simultáneamente, enfrentan a un oficialismo que busca consolidar la estabilidad lograda en la última década y a una oposición que aspira a capitalizar el desgaste de poder acumulado desde el regreso del presidente Alassane Ouattara al cargo en 2011.
Con más de 8 millones de votantes registrados, la jornada se desarrolla bajo un fuerte dispositivo de seguridad y con especial atención internacional, dado el recuerdo de la crisis postelectoral de 2010-2011, que dejó más de 3.000 muertos. No obstante, la Comisión Electoral Independiente (CEI) ha insistido en que el proceso avanza con normalidad y ha desplegado observadores en todas las regiones.
Los candidatos y la estrategia de continuidad
El oficialismo llega a la cita dividido pero estructurado. El partido RHDP, que encabeza al gobierno, presenta a un candidato continuista, el actual presidente Alassane Ouattara, que busca consolidar su proyecto de estabilidad macroeconómica, inversión en infraestructuras y una política exterior prooccidental en un cuarto mandato.
Por su parte, la oposición y otras candidaturas alternativas se articulan alrededor de varias figuras con perfiles diversos: Simone Gbagbo, ex primera dama y líder del Movimiento de Generaciones Capaces (MGC), que capitaliza parte del voto opositor tradicional; Jean-Louis Billon, exministro de Comercio y candidato independiente por el Congreso Democrático, que apuesta por reformas económicas y modernización; Ahoua Don Mello, independiente y excolaborador de sectores del pasado político, que propone un enfoque más nacionalista; y Henriette Lagou Adjoua, también independiente, que canaliza preocupaciones sociales y de equidad.
Aunque importantes figuras de la oposición como Laurent Gbagbo o Tidjane Thiam intentaron inicialmente presentarse, sus candidaturas fueron invalidadas por las autoridades electorales, dejando un panorama competitivo con varios aspirantes de menor peso político frente a la fuerte máquina del partido gobernante.
Desafíos sociales y tensiones latentes
Más allá de la pugna política, el país enfrenta desafíos estructurales que podrían influir en el resultado electoral: un desempleo juvenil en torno al 15%, disparidades regionales en el acceso a servicios básicos y un creciente malestar entre los agricultores de cacao, el principal producto de exportación.
En paralelo, la región norte —fronteriza con Burkina Faso y Malí— sigue inquieta por el avance de grupos armados vinculados al yihadismo saheliano, un problema que el gobierno ha prometido contener con apoyo militar francés y estadounidense.

























































































































































































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