Las primeras discrepancias de enfoque serias afloran en el gobierno de coalición a cuenta de la ley de libertades sexuales. La raíz de las desavenencias estaría tanto en razones técnicas como de filosofía de fondo.
Según la parte del gobierno sostenida por Unidas Podemos, es necesario proceder a avances claros y contundentes que dejen patente la voluntad progresista del ejecutivo, pero esa pretensión choca con otras visiones, más ceñidas a las exigencias jurídicas y de procedimiento, que vienen de la parte “socialista”.
El anteproyecto de ley de libertad sexual llegaba hoy a análisis del Consejo de Ministros, tras la propuesta de texto elaborada por el Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero.
El texto, al parecer, era inicialmente muy ambicioso y tocaba aspectos muy variados de la libertad sexual, y ahí radicaba precisamente el problema. El Ministerio de Justicia, que dirige el socialista Juan Carlos Campo, detectó intromisiones en áreas muy diversas: se preveían ciertas modificaciones en el Código Penal contrarias a la jurisprudencia del Tribunal Supremo, se invadían determinadas competencias autonómicas, se entraba dentro del ámbito de la Ley contra la violencia de Género, y se regulaban materias propias de la futura “Ley de la Infancia” aún en fase de estudio.
El texto, una vez sometido a las “correcciones” del Ministerio de Justicia, no ha gustado a Igualdad, donde se ha sentido que se estaban “poniendo palos” en las ruedas de los avances sociales. En Podemos insisten en la necesidad de “remover” los obstáculos legales, siguiendo la terminología del artículo 9.2 de la Constitución, en lugar de someterse a ellos para pisar el freno, que es lo que parecía que estaban haciendo en Justicia. Desde Justicia, en cambio, se afirmaba que no se pueden implantar normas con graves defectos de técnica legislativa que luego sean invalidadas en los tribunales o que generen contradicciones con otras normas legales o conflictos de competencias.
Las fricciones han trascendido a los corrillos del Congreso de los Diputados, donde Pablo Iglesias habría pronunciado frases como: “en las excusas técnicas creo que hay mucho machismo frustrado”.
Finalmente parece que hay voluntad de limar asperezas, pero el choque vivido hoy (y que llevaba latente ya varias semanas) entre las ambiciones de unos y la apelación a la realidad de los otros es quizás una llamada de atención: de una forma u otra habrá que conseguir encajar ambas visiones, en parte incompatibles, en la futura gestión del gobierno.
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