Después de las elecciones del 20-D, todos parecíamos de acuerdo: si finalmente teníamos que llegar a unos nuevos comicios, los grandes beneficiados serían el Partido Popular y Podemos.
Con la entrada del mes de enero, las primeras proyecciones que se publicaron y las encuestas que aparecieron después lo confirmaban: el PP superaba por primera vez en año y medio el 30% de votos, y Podemos(+) estaba muy cerca de conseguir el sorpasso al PSOE, si es que no lo había logrado ya.
Pero en esto llegó la renuncia de Rajoy y el encargo de formar gobierno a Pedro Sánchez. Lo ocurrido en la primera semana de febrero está cambiando radicalmente la situación, y algunas encuestas empiezan a anunciarlo. Es muy posible que en las próximas semanas PSOE y Ciudadanos dén un paso adelante en las preferencias de los electores, mientras PP y Podemos retroceden.
Esta tendencia puede confirmarse o no: todo depende de cómo se desarrollen las conversaciones a partir de ahora. Pero si se confirma, quienes estarían interesados en un adelanto electoral serían, ahora, Sánchez y Rivera, mientras que Rajoy e Iglesias querrían justo lo contrario. Sorpresas te da la vida.
La situación es diabólica: los dos partidos centrales, que parecían los grandes perdedores en la resaca de las elecciones, pueden estar dándole la vuelta a la tortilla. Y los dos partidos de los extremos están perdiendo la iniciativa.
Ahora, la estrategia racional de PSOE y Ciudadanos puede pasar por hacer todo lo posible por alcanzar un pacto y presentarlo a la investidura (porque esa intención será premiada por los electores) pero no lograr materializarlo en un auténtico gobierno por culpa de otros. Para ellos lo ideal sería conseguir que PP y Podemos voten a la vez contra la investidura de Sánchez, para que sigan apareciendo ante el elector medio como los malos de la película. A continuación, Ciudadanos y PSOE acudirían a unas elecciones generales en las que rentabilizarían la situación.
Por el contrario Podemos y, sobre todo, el PP, se pueden ver ante la tesitura opuesta: su interés puede ser ahora evitar como sea unas nuevas elecciones. A Podemos le conviene la abstención del PP, para quedar como la única oposición existente, mientras que al PP le interesa la abstención de Podemos para que ocurra exactamente lo mismo. A ambos les convendría la abstención del otro, pero a ninguno la suya propia. Y ambos tienen difícil salir de esta tela de araña, porque no pueden hacer otra cosa que votar en contra, cavando así su propia tumba a la vez que ayudan a cavar la de su opuesto.
Diabólico, en fin. La votación de investidura de Pedro Sánchez se empieza a parecer cada vez más a un juego de manos tendidas entre cercanos, combinado con guiños y disimulos entre contrarios, donde cualquier jugada en falso saldrá carísima. Alguien perderá mucho en este juego, pero aún no sabemos quién.