Era de cajón que después de un confinamiento estricto hubiera una auténtica estampida y por ello no se podía hacer una desescalada a lo loco como se hizo este verano, sino de manera muy progresiva y escalonada, evitando las grandes aglomeraciones y trazando planes de contingencia por si la situación se descontrolara. Por si no fuera poco, ya es de una suma negligencia que tanto el Gobierno como las CCAA se hayan ido de vacaciones sin dejar ninguna clase de instrucciones en caso de que un rebrote se descontrolara y se produjera una transmisión comunitaria de la enfermedad.
Tampoco se me olvida cuando Juanma Moreno metió mucha presión al Gobierno Central para abrir Andalucía al turismo extranjero, con la sanidad hecha unos zorros, para que luego la temporada estival fuera un auténtico fracaso y ahora en el sur estemos mucho peor en la segunda ola que en la primera. Andalucía ha pasado de Guatemala (PSOE) a Guatepeor (PP), no importa cuándo leas esto.
A ver, creo que son dos cosas diferentes la desescalada y la situación actual, mas que nada porque los efectos de la misma se debieron notar hace meses, no ahora.
Otra cosa es la pregunta en si. Y por supuesto que se hizo irresponsablemente, por parte de todos. Las CCAA presionaron de forma brutal al ejecutivo cuando vieron que los números iban decayendo, y este se acabó plegando ante ellas, soltó el timon y las dejó hacer a cada una lo que le salió del bolo.
Al final en conjunto lo que se ha visto es que ninguno de ellos ha sido capaz de aparcar por un segundo sus querencias políticas, con una oposición muuuuuucho más empeñada en quitar al gobierno que en vencer la pandemia y con un gobierno que después de aguantarles durante la primera hora les ha dejado cocerse en su jugo esperando (Como ya va pasando en Madrid) a que casi le supliquen que tomen el control.
Y así nos va. Por el camino encima muchas CCAA han pasado un tubo de adoptar las medidas preventivas y el ejecutivo de esbozar planes conjuntos, como lo de las clases vaya.
Más que la desescalada creo que fue la ansiedad que le entró al gobierno (presionado por los lobbys turísticos) de abrir las fronteras de par en par y fomentar el turismo interior.