El 1 de octubre de 2017, jornada de la que se cumple hoy un año, ha pasado a formar parte ya de esa pequeña nómina de fechas que ningún español que la haya vivido olvidará jamás. Junto con el día del asesinato de Carrero, el de la muerte de Franco, el de las primeras elecciones, el de la aprobación de la Constitución, el del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, el del referéndum de la OTAN, el de la entrada en la (entonces) Comunidad Europea, el de los atentados del 11-M, el del inicio de las movilizaciones del 15-M, el día primero de octubre de 2017 forma parte ya de nuestra historia común, y cualquier ciudadano vivo con un mínimo interés por los asuntos públicos la recordará para siempre.

Cada cual, por supuesto, la interpreta a su manera, y cada cual, siempre, verá errores y agravios en la actuación de sus adversarios políticos y aciertos en la de aquellos a quienes defiende. La historia y la realidad nunca son completamente objetivas: siempre resultan subjetivas e interpretables. Ese es su encanto y su problema.

Pero en ningún lugar es tan evidente esta discrepancia a la hora de ver lo sucedido como en la propia Cataluña. Su futuro y el de todos estará para siempre ligado a esta fecha, pero aún no sabemos cómo.