Los resultados de las elecciones en Estados Unidos han sido más ajustados de lo que pronosticaban las encuestas, en un fenómeno que empieza a ser habitual. Si en 2016 Hillary Clinton ganó por dos puntos de diferencia, cuando se le pronosticaban algunos más, y como consecuencia de ello perdió en los estados clave y con ello dejó atrás la elección, ahora en 2020 a punto ha estado de ocurrirle lo mismo a Joe Biden.

No obstante, en esta ocasión, Biden partía de una ventaja superior, y, aunque no ha podido recuperar Florida ni Carolina del Norte, sí lo ha logrado en Arizona, Wisconsin y Michigan, con lo que alcanzará al menos los 270 votos electorales necesarios para llegar a la presidencia. Además, tardaremos uno o varios días en saber de qué lado se inclinan Georgia y Pennsylvania, con lo cual su ventaja puede que al final sea mayor.

En todo caso, Biden ya ha ganado. Lo hará, por supuesto, por un margen de varios millones de votos populares. Pero lo hará también, sin duda, en votos electorales de los diferentes Estados de la Unión.

¿Seguro? El historial norteamericano está lleno de elecciones reñidas, la más recordada de las cuales es la que, con Florida como escenario, tuvo a Al Gore y George Walker Bush como protagonistas en 2000, y que acabó resolviéndose en favor del segundo por apenas un puñado de votos, después de numerosos recuentos y disputas.

El mensaje lanzado por Trump esta mañana no deja lugar a dudas: no se irá sin luchar. Durante meses ha estado difundiendo consignas contra la limpieza del voto por correo, contra los "manejos" de algunos gobernadores demócratas, y hoy, directamente, ha dejado claro que impugnará todo lo que haya que impugnar, para terminar en el Tribunal Supremo si hace falta, donde hace poco se aseguró una mayoría conservadora abrumadora, de seis magistrados frente a tres.

Así que podemos imaginar el futuro en dos fases:

• En una primera, el goteo de resultados seguirá durante horas, quizás días o incluso una semana. Pero, finalmente, terminará con Biden con 270 votos electorales o más, por la sencilla razón de que lo que queda por contar le favorece mucho más que lo ya contado. Donde ya gana, ganará por más, y donde pierde, perderá por menos o puede incluso acabar ganando.
• En una segunda, que durará semanas, la reacción de Trump irá mucho más allá, y las profundas divisiones que aquejan a los Estados Unidos podrán ampliarse aún más si el aún presidente se embarca en una batalla de recuentos de papeletas y demandas judiciales.

¿Tiene posibilidades reales Trump de evitar su relevo? No muchas. Parece que los márgenes no van a ser suficientemente estrechos, y no hay forma imaginable de dar la vuelta a decenas de miles de votos. Pero el actual inquilino de la Casa Blanca tiene poderosos recursos de su lado, y lo intentará de todas todas. Por otro lado, aunque el asunto termine en el Supremo, y aún sabiendo que los magistrados son allí mayoritariamente de su misma "cuerda", están sometidos antes que a nada al imperio de la ley, y, le guste o no a Trump, su contenido es claro.

Parece difícil que los republicanos se dejen embarcar por el presidente en una batalla que tienen perdida de antemano, y mucho más difícil aún que puedan aportarse pruebas suficientes como para invalidar el proceso electoral, sobre todo si, como parece, algún Estado se suma a Michigan y la mayoría de Biden es relativamente amplia.

Pero de lo que sí podemos estar seguros es de que Trump presentará batalla, nos quedan semanas de disputas por delante, y el presidente no callará, como poco, hasta que en el mes de enero del año que viene abandone su actual domicilio.