Estos días coinciden en los cines dos películas que se aproximan a la cuestión de la religión. Por un lado, la francesa Benedetta, centrada en las relaciones sexuales de las monjas dentro de los conventos, cuenta en su equipo técnico con profesionales del nivel de Charlotte Rampling o Paul Verhoeven; por otro, la española Medjugorje, la película, un artefacto publicitario que pretende hacer comulgar al público con ruedas de molino tomando como base la empanada mental (o ansia de negocio) de unos cuantos bosnios. Esta cuenta entre sus participantes con unos apellidos tan fiables como Vallejo-Nágera, además de la expertóloga y escritora Tamara Falcó Preysler. Incluso uno de sus directores cuenta con experiencia en rodar películas para hacer proselitismo de la superstición más difundida por las Españas. Por desgracia, la segunda no podrá ser vista por los nacional-reaccionarios ni por buena parte de los triderechos restantes, tanto es el odio que profesan por el cine de Ejpaña. Por lo tanto, verán preferentemente la primera. Sinceramente, yo haría como ellos.
La cinta gala es plenamente consciente de ser un producto de ficción. En cambio, el documental español intenta colar lo que cuenta como real. A ver, que la gente de este país ya quedó desengañada cuando se enteró de que no se había muerto Chanquete. Otra más similar no le colaréis.