Tal día como hoy de 1147 las tropas de Ramon Berenguer IV entraban en Tortosa. Al año siguiente entrarían en Lérida, con lo que terminaría la conquista cristiana de lo que después fue el Principado de Cataluña.
Pero en la época no se veía así. Los ojos de los soberanos peninsulares estaban clavados en Valencia, considerada la tierra más rica de España. Berenguer reclamaba Valencia para él, porque su abuelo se había casado con María Díaz de Vivar, hija y heredera del Cid, primer señor cristiano de Valencia. Castilla también la quería, por ser el Cid castellano. Y la aristocracia aragonesa, decepcionada con el fiasco de Tortosa, suspiraba por conseguir al fin su anhelada salida al mar.
El desenlace tuvo lugar 80 años después, en tiempos de Jaime I. Y ninguno de los tres pretendientes se llevaría el gato al agua.