Mañana viernes, con toda probabilidad, el presidente de la Generalitat dotará de nuevas caras a su gobierno. La remodelación del gobierno catalán obedece a las situación de tensión y a la falta de coherencia interna que ha exhibido el ejecutivo en las últimas semanas.

El trasfondo de la "crisis de gobierno" son las dudas sobre la marcha del "proceso", que ha entrado en un momento definitivo sin vuelta atrás, pues el referendum de independencia tiene fijada una fecha irrevocable, el uno de octubre, que cada vez está más cerca, sin que se hayan aclarado aún muchas de las incertidumbres existentes.

Ante este hecho, los partidos miembros del pacto por la independencia han dejado ver sus diferentes posiciones y, también, su diferente fuerza social y electoral. ERC aparece como el claro vencedor del último año ante la opinión pública, mientras que los sucesores de la vieja Convergència Democrática de Catalunya mantienen un rumbo errático y graves discrepancias internas.

Llegados a este punto, Puigdemont tratará mañana de reconducir la situación mediante la remoción de entre dos y cuatro consejeros y la probable salida de la consejera de la Presidencia, Neus Munté. La fortaleza de los republicanos queda de manifiesto en el hecho de que ninguno de sus consejeros está siendo cuestionado y, por tanto, parece que mañana continuarán todos en su cargo. En cambio, son varios los consejeros del PDeCat que podrían salir del ejecutivo.

La remodelación que se llevará a cabo este domingo será muy importante: si tiene éxito, Puigdemont lograría por fin acabar con las fisuras abiertas y las presiones de Esquerra, avanzando junto a la formación de izquierdas hacia el controvertido referéndum. De lo contrario, costará mucho, con un gobierno débil e inoperante, poner siquiera las bases de la continuación del proceso secesionista,  que podría entrar en una vía muerta definitiva.

Cuál será el camino que acabará tomando Catalunya se empezará a decidir, por tanto, mañana.