Tras su reunión de hoy con el primer ministro italiano, Guiseppe Conte, Sánchez afirmó que si Europa pone a nuestra disposición determinados mecanismos, no podemos tener luego vergüenza para utilizarlos.

Los vientos de Europa siguen soplando al hilo del coronavirus. Uno de los principios básicos de la Unión, la disciplina fiscal, ha saltado por los aires, aunque no es ni mucho menos la primera vez, porque ya ocurrió con la excepción griega, al destaparse sus "trampas" con los números para acceder al euro a principios de siglo, y luego se generalizó tras la crisis de 2007-2014, cuando los déficits de muchos países pasaron muy por encima del teórico 3% permitido.

Ahora Europa ha concedido una nueva moratoria porque la situación no permitirá mantener un mínimo de rigor presupuestario, pero lo que se duda es cuándo se podrá (o más bien cuándo se exigirá desde Bruselas) que los países regresen a una cierta disciplina en sus cuentas. En todo caso, no será antes de 2022, y probablemente la vuelta a niveles de déficit inferiores al 3% lleven a los países que están en peor situación, como España e Italia, más tiempo.

Mientras tanto, Sánchez insiste en que España no ha pensado de momento recurrir a los préstamos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que serán reembolsables a un tipo de interés bajo, pero por primera vez, ante las nuevas previsiones de descensos del PIB, que alcanzan ya cotas de un 12-13%, ha abierto un plazo concreto para decidirlo: se evaluará en unos seis meses si existe esa necesidad.

En la práctica, recurrir a estos préstamos supondría pedir ayuda (en otras palabras, un fondo de rescate llegado de Europa) ante la imposibilidad de hacer frente a los pagos corrientes. Por eso es tan importante el matiz temporal introducido por Sánchez: acudir a este mecanismo supondría un cierto reconocimiento del fracaso de las políticas internas, y una subordinación a las exigencias ulteriores de la Unión. Es muy pronto para eso, pero ya tenemos plazo para saber si seguiremos por ese camino: el final de este año.

También es importante, dada la magnitud de las decisiones que se tomarán en los próximos años en Bruselas, que los países dispongan de personas con capacidad de decisión en las máximas instancias. Por ello, discretamente según Sánchez, se están moviendo los hilos necesarios para lograr que la candidatura de Nadia Calviño a la presidencia del Eurogrupo llegue a buen puerto. De momento, Conte manifestó públicamente su apoyo a la candidata española, aunque en fuentes comunitarias se reconoce que la batalla está siendo dura y no hay nada seguro.