La batalla mediática alrededor de las elecciones gallegas tiene un nuevo foco: tras algunos artículos en que el diario ABC avanzaba la próxima encuesta de GAD3 y acusaba a Vox (y Ciudadanos) de poner en peligro el gobierno de Feijóo al "mandar votos a la basura", la respuesta del partido de Abascal es contundente.
La esperada "encuesta final" para las elecciones gallegas del instituto que dirige Narciso Michavila, que se publicará en los próximos días, llega ya, aún antes de su publicación, envuelta en la polémica.
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No les falta razón
Aquí reconozco que los voxis tienen razón. Como Michavila en la próxima encuesta ponga que Feijoo baja de los 40 escaños es una maniobra descarada para llamar al voto útil. Luego el día de las elecciones le pondrá en 43 escaños y dirá que es que "había mucho indeciso y voto oculto".
En Euskal Herria conocemos muy bien a Santiago Abascal Conde. De abuelo fascista (alcalde franquista de Amurrio y diputado provincial durante la dictadura) y padre fascista (afiliado a Unión Nacional Española y, posteriormente, miembro y representante del ala más extremista y retrógrada de Alianza Popular y el Partido Popular -poca broma-), al joven Santiago no le quedaba otra que ser un fascista de pro.
La hipocresía, la mentira, la difamación, el victimismo y la provocación siempre han sido parte esencial de su personaje. El fiel creyente católico, apostólico y romano que se ha divorciado y se ha vuelto a casar; el bravo militar que aboga por recuperar la mili pero se escaqueó de hacerla como un pusilánime; el ultraliberal que lleva desde los 21 años cobrando sueldazos públicos y chupando de los famosos "chiringuitos" que farisaicamente tanto critica; el gran Santiago (ferviente admirador de su tocayo el 'Matamoros') ha sido el hazmerreír de estas tierras durante décadas. Por sus fantochadas, por sus paripés, por sus exabruptos, por sus ridículas intervenciones y, por qué no decirlo, por sus más bien escasas luces.
En Aiaraldea, en Araba y en el resto de Euskal Herria -casi- nadie se traga su discurso xenófobo, intolerante, ultraespañol y ultraderechista. Simplemente, su "España una, grande y libre" aquí no tiene cabida. Para muestra, un botón: el apoyo a su figura es residual -siendo generosos- incluso en Laudio y Amurrio, 'sus pueblos'. De hecho, ya a comienzos de esta década, a mucha gente le extrañaba que siguiera militando en el PP; al bueno de Abascal, la 'familia' popular se le quedaba pequeña, era demasiado light para un tipo como él, destinado a luchar contra "los invasores" y suceder nada menos que al Cid Campeador en el imaginario español.
Por eso, a nadie sorprendió que, primero, abandonara su querida tierra vasca por una falta de apoyo total y absoluta dando el salto a la mamandurria política estatal, después saliera (¿lo echaran?) del Partido Popular y, por último, se montara su propio cortijo reaccionario. ¿Quién o quiénes le dieron el soporte económico que necesitaba? ¿Quién o quiénes lo auparon al estrellato mediático mainstream de la noche a la mañana? Echándole una mínima pizca de imaginación, no resultaría difícil suponer quién está detrás del títere manejando los hilos, pero esto es -hasta cierto punto- irrelevante.
Lo verdaderamente relevante -y sumamente peligroso- es que Santiago Abascal ya tiene su juguete fascista y ultranacionalista, su engendro ultraderechista desde el que puede escupir sus repugnantes soflamas, expandir sus burdas mentiras y propagar a su antojo el odio, el miedo y la violencia que forman la base de su discurso incendiario y su ideología arcaica y ultramontana. Mientras exista VOX, nada ni nadie está a salvo. A todos nos corresponde luchar contra esta amenaza y acabar con este monstruo voraz e insaciable que pretende llevarse por delante a todo aquel que no encaje en su fanática idea de España. #NoPasarán