En estos tiempos de confinamiento, que como ya sabéis se van a prolongar mínimo hasta el 12 de abril, muchos se preguntan (nos preguntamos) qué país nos encontraremos a la salida de la grave situación sanitaria que, por desgracia, nos ha tocado vivir.
Por supuesto, lo prioritario ahora debe ser acabar con el ascenso de la famosa curva, intentar minimizar el impacto del COVID-19 y que el número de fallecidos sea el menor posible. Y una vez que se controle el número de contagiados, y empecemos a levantar el confinamiento, nos tocará librar otra batalla, esta vez económica y social, que va a ser tan dura como la anterior.
El crac de 1929: el efecto mariposa que llevó al colapso del sistema financiero
En 1929 se produjeron una serie de fuertes caídas en la bolsa de Estados Unidos que tuvieron su culmen en el llamado ‘Martes Negro’, jornada en la que las carteras de Wall Street pasaron de unas manos a otras en medio de un fuerte pánico, y que desembocaron en una drástica pérdida del valor de las acciones que llevó a la bancarrota a gran parte de pequeños y medianos inversores, provocando un efecto dominó que también afectó a las grandes carteras.
La quiebra de la bolsa de EEUU desató el pánico a nivel internacional, ya que países como Alemania eran altamente dependientes de financiación procedente de USA, y la ola de miedo a la inversión hizo que los títulos financieros de medio mundo se desplomasen, mientras que los inversores que disponían de crédito se replegaban y no inyectaban al sistema por miedo a perderlo.
En pocos meses, el ‘efecto mariposa’ provocado en gran parte por la incapacidad de la banca americana para afrontar la crisis y dotar de créditos a sus ciudadanos, hizo que Europa y parte del mundo fuera arrastrada hacia una situación financiera tan delicada como la norteamericana, poniendo en riesgo sus sistemas financieros, políticos y sociales.
Muchos países como Francia, cuya banca era altamente dependiente del patrón oro, tuvieron que decidir entre devaluarlo y cambiar de paradigma (con la importante pérdida económica que conllevaba) o aguantar e intentar sobreponerse a la situación conservando sus reservas.
Las consecuencias del hundimiento global de la economía
Meses después del estallido bursátil la situación económica ya era delicada en gran parte del planeta. El poder adquisitivo de los ciudadanos cayó drásticamente, mientras que el PIB de los países se vió mermado de forma contundente, lo que acabó desembocando en Administraciones empobrecidas que no podían dar asistencia económico-social a su población.
Los créditos no fluían, ante la falta de liquidez y activos que la respaldaran, por lo que muchas empresas tuvieron que echar el cierre y eso desembocó en muchísimas personas perdiendo sus empleos y quedando desasistidas por unos Estados sobrepasados.
La situación social se volvió insostenible para muchos, y el desánimo se extendió entre los ciudadanos casi al mismo ritmo que la pobreza. La inmigración se disparó por la huida de los habitantes de ciertos países hacia otros con perspectivas algo mejores.
El endeudamiento, tanto a nivel interno como a nivel exterior, y la inflación (provocada por una oferta excesiva y una baja demanda), contribuyeron a que la situación empeorase aún más.
El auge de monstruos como el nazismo, y la II Guerra Mundial
La delicada situación que vivían millones de ciudadanos, especialmente en países dependientes de EEUU como Alemania, hizo subir como la espuma movimientos cuyo triunfo hasta entonces parecía impensable, como el nazismo. Hitler aprovechó la coyuntura económica para avivar el fuego del resentimiento que los alemanes sentían ante las reparaciones que el país debió asumir tras el final de la I Guerra Mundial.
Muchos ciudadanos, desesperados, se agarraban a los mensajes alentando la defensa de lo nacional frente a las “invasiones externas” y culpaban de su situación económico-social a quien hasta hace poco eran sus aliados. Los discursos que canalizaban la ira de la gente hacia el odio, pronto se extendieron entre la población, y su triunfo llevó a Hitler a asumir el poder, lo que más tarde desembocaría en una declaración de guerra que acabaría adquiriendo una escala internacional.
Una Guerra Mundial, la segunda, que una década después del crack bursátil, arrasó medio mundo y cuyas consecuencias, por desgracia, son conocidas por todos nosotros. Millones de personas murieron y fueron asesinadas como consecuencia del odio.
De todo se sale: el ‘plan Roosevelt’ y el posterior ‘plan Marshall’
Ante la delicada situación por la que pasaban los Estados Unidos de América, el Presidente Roosevelt ideó y lanzó un plan de choque para intentar reflotar su economía.
Entre 1933 y 1938, Roosevelt llevó a cabo su “New Deal” que extendía el proteccionismo en territorio norteamericano, promulgando una reforma de los mercados financieros y la dinamización de la economía a la vez que protegía a las capas más vulnerables de la sociedad.
En la variada baterías de medidas de Roosevelt se englobaban distintas reformas de calado como la reforma del sistema financiero, programas de creación y fomento del empleo, el fomento de la actividad agrícola, la inversión masiva por parte del Estado en distintos programas de financiación pública, leyes de protección sindical, fomento de la Seguridad Social, etc.
Todo tiene un coste, y en este caso fue el aumento del déficit público, algo que la II Guerra Mundial aminoró al movilizar la economía del país.
Años más tarde, a la finalización de la Guerra, los países europeos solicitaban ayuda a una EEUU mucho más recuperada para que financiara la reconstrucción de los Estados que habían quedado arrasados tras años de enfrentamiento.
El llamado ‘Plan Marshall’ supuso una inversión masiva de EEUU en Europa, de más de 14.000 millones de dólares, para reconstruir los países europeos devastados, con la vista puesta en conseguir modernizar la industria europea y reactivar el comercio internacional.
Las consecuencias del ‘plan Marshall’ han sido ampliamente discutidas por los expertos, divididos entres quienes creen que gracias a él la economía europea vivió las mejores tasas de crecimiento de su historia, y quienes consideran que esto se estaba produciendo ya previamente a su aplicación. Lo cierto es que la flexibilización aplicada en las políticas de austeridad que se iban a aplicar, contribuyó a contener el auge del comunismo en el viejo continente, dotando de estabilidad política a los Gobiernos de los distintos países frente al bloque de la URSS.
COVID-19: un alcance inimaginable
El mundo que hoy en día conocemos poco tiene que ver con el de hace casi 100 años. Pero la crisis de salud mundial que estamos viviendo estas semanas recuerda mucho a la crisis financiera del crac del 29, principalmente por las consecuencias que el cierre de los países y la caída de sus mercados pudiera ocasionar.
Pero en esta ocasión, el contexto internacional es muy distinto. China, primer país afectado, ha conseguido sobreponerse a su impacto y frenar la crisis sanitaria. A su vez, los países occidentales luchan ahora para intentar vencerlo, a costa de suspender en gran parte sus actividades productivas.
Esta situación se enmarca en lo que hasta ahora era una ‘guerra comercial’ entre las dos superpotencias mundiales: EEUU y China, que intentan afianzarse al timón del mundo y ocupar el lugar del otro.
Las bolsas de medio mundo caen con contundencia, y los ERTEs se extienden sin entender de fronteras, dejando a cientos de miles de trabajadores sin empleo en solo unos días.
La mayor esperanza de los dirigentes mundiales en estos momentos es lograr atajar la crisis sanitaria lo antes posible para intentar una recuperación en V, asumiendo que habrá una abrupta caída económica pero confiando en que sea temporal y produzca un efecto rebote que nos haga salir de ella rápidamente.
Lo cierto es que el alcance de esta crisis es, a día de hoy, inimaginable. Podemos estar ante una circunstancia coyuntural y superarla en unos meses, o podemos estar viviendo la mayor crisis de la historia con consecuencias mucho peores que las de 1929.
Los planes de estímulo económico; las medidas de protección financiera a particulares, autónomos, pymes y grandes empresas; las condonaciones de deuda o impuestos; las ayudas sociales; son sólo algunas de las medidas que gobiernos de uno u otro signo deberán tomar y que pondrán a prueba nuestra resistencia y capacidad de superación.
Y es que si lo que vivimos hoy es una guerra, el escenario posterior será el de una posguerra, y necesitará de planes y ejecutivos ambiciosos a la altura de esta situación extraordinaria. Serán tiempos difíciles, pero si algo hemos aprendido del pasado es que hasta en los peores momentos la humanidad ha sabido sobreponerse.
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