La nueva modalidad de liguilla de la máxima competición europea resulta todo un éxito a tenor de la buena acogida de los aficionados.
En la temporada 1992-93 se introdujo la Liga de Campeones de la UEFA o Champions League, en sustitución de la tradicional Copa de Europa, denominada oficialmente como Copa de Clubes Campeones Europeos. Como su propio nombre anunciaba, la principal novedad que vino con el cambio fue introducir el formato de liguilla, cerrando la era en la que el vencedor del torneo se decidía exclusivamente por eliminatorias.
Además, para desarrollar el nuevo concepto de campeonato, se abrió a más equipos que los campeones de sus respectivas ligas nacionales, algo que todavía solivianta a algunos puristas, nostálgicos de la vieja esencia de la antigua Copa de Europa.
Aunque el formato de Champions League ha mantenido desde sus orígenes la disputa de una liguilla, lo cierto es que a lo largo del tiempo se introdujeron algunas novedades en la cantidad de equipos y grupos, la ronda eliminatoria a la que daba acceso la fase inicial, e incluso se ensayaron nuevas posibilidades como la celebración de dos liguillas sucesivas, en la que la primera era clasificatoria para la segunda.
Sin embargo, las tentativas de cambio no tuvieron mucho éxito, y con el tiempo se consolidó un formato clásico, en el que tras la fase de liguilla los dos primeros de cada grupo accedían a octavos de final.
Pero esa inercia de muchos años con el mismo tipo de competición se ha roto este año, dando lugar a un concepto bastante novedoso de Champions, que parece haber convencido bastante a los aficionados. Así lo acreditan, a falta de encuestas, la asistencia a los partidos, las audiencias y el volumen de apuestas deportivas que se están moviendo, otro termómetro muy fiable.
¿Cómo se juega la nueva Champions League?
El torneo estrenado esta temporada introduce varias novedades sustanciales. La más rupturista de todas es que acaba con la disputa de la liguilla por grupos, para pasar a un grupo único de 36 equipos, en el que se juegan 8 partidos contra otros tantos rivales decididos por sorteo, celebrándose la mitad de los choques en casa y la otra mitad fuera.
Los ocho primeros clasificados acceden directamente los octavos de final, mientras que los que se quedan del puesto 9 al 24 tienen que disputar una ronda previa de play in (también considerable como dieciseisavos de final), que dirime los otros ocho equipos que acceden a la primera ronda eliminatoria general.
Génesis de la nueva Champions League
El nuevo formato de competición conlleva, de entrada, la disputa de dos partidos más en la fase de liga, en vez de los seis de cuando los equipos se dividían en grupos de cuatro. Además, a los encuentros referidos se pueden añadir dos partidos suplementarios, en caso de no quedar entre los ocho primeros y clasificarse a partir del puesto 9 hasta el 24.
La primera consecuencia es que la tradicional pausa de invierno que se hacía en la Champions ha quedado en casi nada, al preverse partidos en enero e incluso febrero para las escuadras que han de enfrentarse en la ronda previa a octavos. Esto, sumado al mayor número de encuentros en la liguilla recarga el calendario de los equipos, siguiendo una tendencia cada vez más generalizada en todas las competiciones, con lo que ello implica de saturación y riesgo de lesiones para los futbolistas.
Detrás de esta nueva idea de competición hay un objetivo claro, que en último término trata de beneficiar a los clubs, ya que la UEFA ha querido disipar los cantos de sirena de una Superliga organizada por los más poderosos, con el propósito de repartirse pingues beneficios, dejando fuera tanto al organismo rector del fútbol como a los clubes más pequeños.
La nueva Champions al prever la disputa de más partidos permite hacer más caja, y por tanto aumenta el botín a repartir. Además, la UEFA ha rebaremado el reparto y previsto varios pluses a los equipos que tengan un mejor desempeño, con lo que ofrece más beneficios potenciales a los más poderosos sin romper el principio de equidad por mérito.
El éxito de la nueva Champions
Sin duda se trataba de una apuesta arriesgada, ya que se introducían cambios sustanciales en una competición histórica, cuya trascendencia es tal que incluso se ha ensalzado su rol en la construcción de una identidad europea, en un contexto en el que los países ibéricos parecen ser los únicos que han mantenido una buena opinión generalizada sobre la UE.
Pero por lo que se ha podido ver ya en la fase de liguilla, el nuevo formato ha triunfado por la emoción de los partidos, la competitividad de los equipos y las sorpresas deparadas, con muchos grandes clubes contra las cuerdas, mientras que varias cenicientas daban la sorpresa. Todo esto, al tiempo que los aficionados tienen la oportunidad de disfrutar de más partidos, así como de una ronda adicional a ‘cara de perro’ para acceder a octavos.
De ahí, que sea muy fácil deducir que el nuevo formato ha venido para quedarse.
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