La situación ha variado notablemente en Europa durante el último mes. Si observamos el mapa de incidencia de finales de enero (semanas 3 a 4 del año), y lo comparamos con el actual, que refleja el promedio de tres semanas después, vemos cómo la península ibérica ha dejado de ser la zona más afectada del continente.
Hace un mes, la mayor parte de España veía aún su incidencia acumulada completamente disparada, en niveles de más de 1.000 casos por cada 100.000 habitantes, y solo tenían niveles parecidos, aparte de Portugal, algunas áreas de la República Checa y los Alpes.
Hoy los resultados españoles están en el promedio del conjunto de Europa, y, lo que es más significativo, se van reduciendo a un ritmo muy superior. El fenómeno no es nuevo, y ya ocurrió también en la segunda oleada, a la que llegamos antes y, también, vimos retirarse antes los niveles máximos.
Dentro de España, el mismo esquema se repite, y las áreas que comenzaron primero a sufrir la tercera ola, por ejemplo Extremadura, son las que ahora presentan un descenso más acusado. En ese sentido, la Comunidad Valenciana, que aún aparece algo peor en los datos promedio de ECDC, está experimentando también fortísimos descensos de incidencia en los últimos días.
La preocupación se centra ahora en que, si a pesar de la evidente mejoría, todavía quedase una cuarta oleada por llegar, España también pudiera padecerla de nuevo antes que sus vecinos.
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