Israel vive sin vivir en sí. En menos de un año habrá celebrado tres elecciones generales (en abril de 2019, septiembre de 2019 y marzo de 2020).
Tras los resultados de septiembre y la incapacidad de Blanco y Azul y Likud para llegar a un acuerdo de gobierno de coalición (B&A ponía como condición la renuncia de Netanyahu, que Likud no aceptó) se decidió disolver el Parlamento israelí y convocar de nuevo elecciones, con la esperanza de que alguno de los dos bloques arañase los escaños suficientes para lograr mayoría.
Según los datos de los últimos sondeos publicados, no sería así, y es que la repetición conllevaría un ligero aumento de los dos grandes partidos en detrimento de algunos pequeños, quedando el bloque de centro-izquierda cerca de la mayoría pero no alcanzándola, por la que no se descarta un nuevo bloqueo.
Continúa la lucha B&A vs Likud
La suma de bloques, sin apenas cambios
En un Parlamento de 120 escaños, donde la mayoría son 61, solamente una gran coalición garantizaría, a día de hoy, el desbloqueo político. De cualquier otra forma sería necesario el apoyo en una formación del bloque ideológico opuesto, algo improbable.
Y ahora, ¿qué?
Pues si continúa el desbloqueo, la solución que parecen tener sobre la mesa desde el país de Oriente Medio sería realizar una modificación de la ley electoral para que los ciudadanos elijan directamente a su próximo Primer Ministro, una especie de doble vuelta al estilo francés que se antojaría polarizadísima entre Netanyahu y Benny Gantz.
Y es una pena puesto que el país se ha desarrollado mucho a raíz de la industria petrolífera y es uno de los países musulmanes donde más se ha conseguido separar política y religión.
Si hubiera democracia podría convertirse en un modelo paraa los estados musulmanes que decidan por la libertad.
Pero yo no voy a justifica nunca una dictadura (disfrazada) por muy bien que pudiera estar haciéndolo. Ya lo hacen otros por aquí con Ceaucescu, Honecker el sanguinario del Muro u Hoxha.