Hace un mes, el líder de la Liga, Matteo Salvini, se lanzó a tumba abierta para provocar la caída del gobierno de coalición que hasta entonces sostenía su propio partido (como socio minoritario) junto con el Movimiento Cinco Estrellas, ganador de las elecciones de 2018.
¿Por qué lo hizo? Porque estaba siendo aupado por unas encuestas que le acercaban al 40% de los votos (más del 50% si se contaba a sus probables aliados de Forza Italia y Fratelli d’Italia), y porque sus relaciones con los grillinos del Movimiento estaban al borde de la ruptura.
Cuando, tras las elecciones de hace año y medio, se formó la coalición que ha gobernado Italia hasta hoy, Salvini contaba con la mitad de los votos que sus socios de coalición. Pero quinientos días después, el protagonismo de Salvini, que solo era el ministro del interior, había alcanzado tal dimensión que las proporciones se habían invertido y ahora la Liga doblaba en expectativas electorales al M5S.
El objetivo de Salvini, que no era otro que provocar elecciones anticipadas en las que constituir un nuevo polo junto con Forza Italia y Fratelli d’Italia para ganar la mayoría absoluta, se ha venido abajo, porque los hasta ahora irreconciliables rivales, el Movimiento Cinco Estrellas y el Partido Democrático (Socialdemócrata), se han puesto de acuerdo para formar un nuevo gobierno, con el mismo presidente que hasta ahora (Giusseppe Conte, del M5S), pero intercambiando el socio minoritario, que desde ahora será el PD, mandando a la Liga directamente a la oposición.
El nuevo gobierno gozará de una amplia mayoría parlamentaria, gracias al casi 33% de votos que logró el M5S y el 19% del PD en 2018.
A pesar de ello, y de que el este nuevo ejecutivo puede llegar a 2022 en el poder, Salvini conserva aún en los sondeos una clara ventaja, aunque notablemente inferior a la que tenía hace apenas dos meses.
Si el nuevo gobierno se consolida y acabase afectando a la distribución de bloques, el panorama electoral italiano podría ser muy diferente al que se ha dibujado en el último año:
El gobierno, integrado por el PD y el M5S, estaría en condiciones de disputarle la victoria al bloque de derechas, tanto presentándose sus partidos coaligados como haciéndolo por separado. Salvini, que en los últimos meses parecía dominador incontestable de la situación política, más aún si consiguiera el apoyo de pequeños partidos de izquierdas como el de Enma Boninno o La Sinistra.
La política italiana, repentinamente y sin que nadie lo esperara, parece haber entrado en una fase de nuevos equilibrios.
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