La sesión de investidura de ayer jueves fue casi un trámite, que sirvió solo para seguir las intervenciones de los líderes de los principales partidos, y comprobar cómo responden y cuál será su papel en la nueva situación. Más o menos lo que ya sabíamos.
La sesión de mañana probablemente será más de lo mismo y el interés se centrará probablemente más en la calle, manifestación incluida, que en los pasillos del Congreso. Rajoy será investido, y el único morbo dentro de las salas del Congreso estará en saber cuántos socialistas votarán “no”.
Pero en la sesión del jueves sí hubo algo que no fue un trámite: la actitud de Pedro Sánchez, muy tibio a la hora de aplaudir las intervenciones de su antiguo escudero Hernando. Por sus gestos, por sus actitudes, Sánchez quiso que quedara patente que no está a gusto con lo ocurrido y que, quizás, trama algo.
Así que hoy no se habla de otra cosa: ¿qué trama Sánchez?
Tiene varias alternativas pero ninguna de ellas sale gratis. Puede plegarse a las pretensiones de los nuevos dirigentes del partido y abstenerse en la votación de investidura de Rajoy, pero entonces dejará abandonados a los diputados socialistas que voten en contra. No parece una actitud muy leal con aquellos que van a hacer justo lo que él siempre ha defendido. También puede votar en contra de Rajoy, pero en ese caso provocará una situación delicada, porque obligaría a la actual dirección a sancionarle a él y a sus compañeros de una u otra forma.
Se dice por eso que quizás Sánchez no haga ninguna de las dos cosas, sino una tercera. Después de votar “no” a Rajoy el jueves “junto con todos sus compañeros”, y salvar así su honor, puede que hoy mismo o mañana por la mañana, anuncie su renuncia como diputado. Renunciar al acta de diputado por motivos personales no es un acto sancionable, y de esa forma Sánchez conseguiría algo esencial: conservar intacto su derecho a presentarse como candidato en unas hipotéticas primarias que, antes o después, está obligado a celebrar el Partido Socialista. La idea de Sánchez sería volver así a la Secretaría General, aclamado por la militancia, para imponer desde allí su línea de actuación. El riesgo es que todo esto mantenga abierta permanentemente la crisis del PSOE y acabe en una ruptura definitiva entre las dos corrientes que persisten, si ninguna de las dos termina por admitir la derrota.
Quedan pocas horas para saber cuál será la decisión de Sánchez, y por cuál de los tres caminos anteriores nos adentraremos.
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