Ciudad del Vaticano, 21 de abril de 2025
Esta mañana, a las 7:36, el mundo católico recibió la noticia del fallecimiento del Papa Francisco, el pontífice argentino que lideró la Iglesia Católica durante más de una década con un mensaje de humildad, inclusión y compromiso con los más vulnerables. Su muerte, anunciada por el Vaticano tras un breve comunicado, marca el inicio de un período de luto y transición en la Santa Sede, mientras los ojos del mundo se vuelven hacia Roma para presenciar uno de los rituales más antiguos y solemnes de la Iglesia: la elección de un nuevo papa a través del cónclave.
El procedimiento para elegir al sucesor de Pedro está profundamente arraigado en la tradición, pero también regulado por normas precisas establecidas en documentos como la constitución apostólica Universi Dominici Gregis (1996), promulgada por Juan Pablo II y modificada por Benedicto XVI y el propio Francisco. Este artículo ofrece un análisis detallado del proceso, desde los preparativos iniciales hasta el anuncio del Habemus Papam, en un momento en que la Iglesia enfrenta desafíos globales y la expectativa de un liderazgo renovado.
La Sede Vacante: Un Tiempo de Transición
Tras la muerte de un papa, la Iglesia entra en un estado conocido como sede vacante, durante el cual el gobierno de la Santa Sede queda en suspenso. El Camarlengo, actualmente el cardenal Kevin Farrell, asume la administración temporal de los asuntos ordinarios del Vaticano, asegurándose de que las operaciones diarias continúen sin interrupciones. Su rol incluye la destrucción simbólica del Anillo del Pescador y el sello papal, un acto que marca el fin del pontificado de Francisco.
El Colegio Cardenalicio, compuesto por todos los cardenales de la Iglesia, se reúne en los días posteriores para organizar los detalles del cónclave y gestionar los asuntos urgentes. Durante este período, conocido como Congregaciones Generales, los cardenales discuten el estado de la Iglesia, los desafíos que enfrenta —como la secularización, los escándalos de abuso y las tensiones geopolíticas— y, de manera informal, comienzan a perfilar posibles candidatos. Estas reuniones, que suelen durar entre 10 y 15 días, son cruciales para establecer el tono del cónclave.
El Cónclave: Un Ritual de Sigilo y Oración
El cónclave, del latín cum clave (“con llave”), es el proceso mediante el cual los cardenales electores —aquellos menores de 80 años al momento de la sede vacante— se reúnen en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo papa. Según las normas actuales, el cónclave debe comenzar entre 15 y 20 días después del inicio de la sede vacante, aunque el Colegio Cardenalicio puede adelantar esta fecha si todos los electores están presentes en Roma.
En la actualidad, el número de cardenales electores es de aproximadamente 130, un reflejo de la globalización impulsada por Francisco, quien nombró a numerosos cardenales de regiones periféricas como Asia, África y América Latina. Esta diversidad geográfica plantea un escenario inédito, ya que el próximo papa podría provenir de fuera de Europa por primera vez en siglos, siguiendo el precedente del propio Francisco.
Preparativos y Aislamiento
Antes del cónclave, los cardenales se alojan en la Domus Sanctae Marthae, una residencia dentro del Vaticano diseñada para garantizar comodidad y privacidad. Sin embargo, una vez que el cónclave comienza, los electores quedan completamente aislados del mundo exterior. Se prohíbe el uso de teléfonos, internet o cualquier forma de comunicación externa, y la Capilla Sixtina es inspeccionada para descartar dispositivos de grabación, un protocolo reforzado tras escándalos como el de Vatileaks.
El cónclave se inaugura con una misa solemne, la Missa Pro Eligendo Pontifice, celebrada en la Basílica de San Pedro. Posteriormente, los cardenales procesionan hacia la Capilla Sixtina, donde prestan un juramento de secreto y fidelidad. El maestro de ceremonias pronuncia el Extra Omnes (“todos fuera”), y las puertas de la capilla se cierran, dejando a los cardenales en un espacio sagrado, rodeados por los frescos de Miguel Ángel.
El Proceso de Votación
La elección del papa se realiza mediante escrutinio secreto. Cada cardenal escribe el nombre de su candidato en una papeleta con la inscripción Ego eligo in Summum Pontificem (“Elijo como Sumo Pontífice a”). Las papeletas se depositan en un cáliz, se cuentan y se queman tras cada ronda de votación, produciendo el famoso humo que sale por la chimenea de la Capilla Sixtina: negro (fumata nera) si no se alcanza el consenso, blanco (fumata bianca) si se ha elegido un papa.
Para ser elegido, un candidato debe obtener una mayoría de dos tercios de los votos (aproximadamente 87 votos, dependiendo del número exacto de electores). Se realizan hasta cuatro votaciones por día —dos por la mañana y dos por la tarde— hasta que se alcance el consenso. Si tras varias rondas no hay un elegido, los cardenales pueden suspender las votaciones para reflexionar y orar, un mecanismo que busca evitar bloqueos prolongados.
En casos excepcionales, si el cónclave se prolonga demasiado, las normas permiten reducir el requisito a una mayoría simple, aunque esto rara vez ha sido necesario en la historia moderna. La elección de Francisco en 2013, por ejemplo, se resolvió en apenas dos días, un reflejo de su amplio apoyo entre los cardenales.
El Habemus Papam y el Futuro de la Iglesia
Una vez elegido, el nuevo papa es preguntado por el Decano del Colegio Cardenalicio, actualmente el cardenal Giovanni Battista Re, si acepta su elección. En caso afirmativo, se le pregunta por el nombre que adoptará, una decisión que suele reflejar la visión del pontífice para su papado. El nuevo papa es entonces vestido con las vestiduras papales y presentado al mundo desde el balcón de la Basílica de San Pedro con el anuncio del Habemus Papam.
El cónclave de 2025 se celebra en un contexto de incertidumbre global, con la Iglesia enfrentando cuestiones como el cambio climático, la migración, la polarización política y la necesidad de reformas internas. La elección del próximo papa será un reflejo de las prioridades de los cardenales: ¿continuarán el legado reformista de Francisco, o buscarán un líder más conservador para consolidar la doctrina tradicional?
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