A veces, bucear en la historia lejana o no tan lejana nos trae sorpresas. Y es que en nuestro país la mayor parte del tiempo dedicado a estudiar la historia lo hacemos para conocer las numerosas guerras en las que participamos, el antiguo Imperio español en el que «no se ponía el sol», las conquistas, los Reinos y muchas otras efemérides que hacen de nuestra cronología una de las más ricas del planeta. Pero nuestra historia también nos ha dejado anécdotas curiosas, y hoy os traemos una: los tiempos en los que en Asturias se proclamó unilateralmente la independencia.
Pero antes de poner sobre la mesa la DUI astur, vamos a conocer de forma mucho más somera las dos ocasiones en las que este ahora Principado estuvo a punto de separarse del resto de España.
De Doña Urraca al levantamiento alfonsino
Doña Urraca de León fue una reina de ese territorio durante un periodo de un cuarto de siglo, en el año 1109, muy querida por parte del territorio astur ya que otorgó de cierta autonomía a esta región integrada en el Reino de León. Hija de Alfonso VI, decidió otorgar al tevergano Gonzalo Peláez el mando sobre un amplio territorio de la actual Asturias, y aceptó que el conde hiciera y deshiciera a su antojo casi como si fuera un soberano.

A la muerte de Urraca, su hijo Alfonso VII revisó el estatus del conde Peláez, y comenzó a cuestionar las órdenes y leyes dictadas en Asturias «en el nombre del rey». La consecuencia de este desencuentro fue el levantamiento alfonsino en varios de los castillos bajo el dominio de éste contra el monarca, que finalmente derivaron en derrota del astur a quien el rey perdonó la vida desterrándole a Portugal.
Napoleón casi provoca la secesión de los astures con los ‘subpajarianos’
Otra oportunidad que desaprovecharon (o no, según se mire) los asturianos de constituirse como territorio independiente fue con la guerra de independencia contra los franceses, justo tras llegar a Oviedo las noticias de lo acontecido en Madrid el 2 de mayo con la revuelta ciudadana y las represalias de las tropas napoleónicas.
Coincidió la llegada de las nuevas a Asturias con la reunión de la Junta General (representación de la nobleza y la Iglesia asturiana), quienes deciden alzarse contra los invasores tras recibir el apoyo de miles de ciudadanos que acudieron desde todos los concejos astures. La Junta General funda el «exército asturiano» y sondea alianzas internacionales, recalando en Inglaterra para solicitar apoyo extranjero contra Napoleón.
En ese momento Asturias se declara ‘insurrecta’ y bajo la bandera de la actual autonomía, fondo azul con la amarilla cruz de la Victoria sobre ella, lucha por la «soberanía del pueblo», ganando la contienda en 1812. Varios historiadores consideran que en ese momento Asturias tuvo sus opciones de unirse a Inglaterra o incluso ser reconocida internacionalmente como país, ya que contaba con buenas perspectivas de población y era rica en recursos naturales muy necesarios como el carbón, la madera y los metales (incluyendo minas de oro).

La República asturiana
Los dos períodos descritos anteriormente fueron circunstancias en las que la región rozó la secesión, pero finalmente por unas causas u otras no llegó a producirse. En cambio, hubo un breve lapso de tiempo de casi dos meses en los que Asturias fue, de facto, un territorio independizado unilateralmente: durante la Guerra Civil.
Asturias tuvo un papel clave en la Revolución de octubre de 1934, en la que los obreros se levantaron en una huelga masiva contra el Gobierno republicano radical-cedista de Lerroux. Durante ese mes, varias localidades de tradición social-comunista como Mieres o Sama se declararon ‘repúblicas socialistas’ y otras como Gijón o La Felguera hicieron lo propio como ‘repúblicas anarquistas’, pero siendo algo meramente testimonial sin apenas recorrido al sofocar las protestas el Gobierno central.

Años más tarde, con la sublevación militar de los nacionales contra el Gobierno republicano del Frente Popular, Asturias se convirtió en uno de los pilares de apoyo a los republicanos en el ‘Frente Norte’.
Tras el avance de las tropas golpistas, que conquistaban rápidamente Castilla y León, las tomas de Santander por el bando nacional y el rendimiento vasco, junto al dominio gallego del bando franquista, Asturias quedaba como un reducto fiel a la II República totalmente aislado del resto de territorios republicanos.

El objetivo de los milicianos asturianos era resistir a toda costa y no ceder ante los golpistas, por lo que en agosto de 1937 se convocó el «Consejo Soberano de Asturias y León» que debido a la incomunicación de todo tipo con el Gobierno republicano, se vio empujado a tomar las riendas del territorio.
Formó su propio Gobierno con Belarmino Tomás al frente, acuñó su propia moneda y comunicó al Gobierno republicano su lealtad a la vez que se constituía como «territorio soberano e independiente con Gijón como capital». En el Gobierno central no se entendió esta declaración de independencia, y aunque hubo dirigentes que no lo interpretaron como una sedición, otros miembros del ejecutivo así lo consideraron.

Los miembros de la República asturiana eran procedentes del Frente Popular (había dirigentes socialistas, comunistas, de la izquierda republicana, de UGT, de la CNT…) y se constituyó oficialmente en la medianoche del 25 de agosto de 1937, conocido popularmente como ‘El Gobiernín’.
Ninguno de sus componentes esperaban que la República central (ya desplazada la capitalidad hacia Valencia) viera con malos ojos esta declaración, pero sucedió, ya que varios miembros del Gobierno remanente lo denominaban como «la vuelta a los cantones». Hasta tal punto llegó la tensión interna entre republicanos, que el propio Belarmino Tomás tuvo que aclararlo públicamente, con estas palabras:
«No creo que haya nadie tan insensato que piense en cantones cuando es el conjunto de todos los esfuerzos de España lo que ha de darnos la victoria sobre el fascismo»

El Consejo Soberano tenía plenos poderes civiles, militares y se propuso controlar el día a día de los ciudadanos bajo su paraguas, aunque en pleno Estado de Guerra se limitó a ordenar el cierre de los establecimientos y emplear el mayor número de recursos disponibles para la defensa de la región, si bien permitió la continuidad de la industria privada junto a las nacionalizaciones.
El experimento concluyó el 20 de octubre de ese mismo año, cuando el Consejo Soberano, consciente del avance nacional, decide replegarse y lo hace junto con muchos otros republicanos en el puerto gijonés del Musel, embarcando con destino fuera de España y dejando atrás a la efímera República asturiana.

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Son curiosos algunos paralelismos entre la historia cántabromontañesa y la asturiana. Precisamente de la misma manera que el conde asturiano se levanta en Asturias, en parte de las zonas cántabromontañesas, en la misma época, se levanta el conde Rodrigo proclamándose príncipe en sus tierras. Tras acordar una tregua con el rey Alfonso, concretaron un encuentro que acabó mal para Rodrigo siendo hecho prisionero y obligado a destierro perpetuo de sus territorios. Curiosamente este conde será elevado en textos y cronicones de los siglos XVII y XVIII (quizá también en el siglo XIX) a último soberano de una especie de Cantabria independiente o, al menos, foralmente más o menos soberana.
Respecto a la época napoleónica, se creó una Junta Suprema Cantábrica o de Cantabria (de las dos formas firmaba) que se declaró soberana el 26 de mayo creo (justo un día después de la asturiana) Organizó el «ejército cántabro» (posteriormente derrotado por los franceses en Lantuenu si la memoria no me falla) y nombró Regente de Cantabria al obispo Menéndez de Luarca.
Durante la guerra civil, las agrupaciones de izquierdas y obreras más o menos vinculadas al Frente Popular, tras abortar el golpe en Cantabria, organizan una Junta (Junta de Defensa de Santander) que asume de forma más o menos autónoma toda la autoridad y control de la entonces provincia de Santander, poniendo bajo su dominio los diversos comités locales surgidos por toda la geografía del país. Tras mandar diversas columnas de milicianos hacia Burgos y Palencia y asumir el control de algunas localidades de esas provincias (algunas de las cuales, como Arija, piden su inclusión en la entonces provincia de Santander) se termina estableciendo un Consejo Interprovincial con cierto grado de autonomía. La CNT, JJLL y FAI montañesas pedirán que este Consejo asuma todas las competencias transformándose en un Comité de Guerra plenamente soberano, al estilo de lo acontecido posteriormente con Asturias. La mayoría de organizaciones lo rechazarán (aunque algunas sí aspiraban a construir un estado confederado o autónomo, como el Partido Republicano Federal o la Unión Republicana respectivamente) Eso sí, el Consejo acordará aumentar las capacidades de autogobierno y autogestión, realizando al respecto varias peticiones al gobierno central que fueron denegadas.
