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Hace casi un millón de años no había España. En el solar donde luego todo ocurriría, sin embargo, ya vivía gente. ¿Antecesores? Quizás, aunque solo sea en un 2% de nuestros genes.
Pasaron milenios. Los antecesores evolucionaron hacia otros humanos, que a su vez fueron, mucho tiempo más tarde, sustituidos por humanos diferentes: por nosotros. Apenas ha pasado un suspiro desde que aparecimos por aquí: cincuenta mil años como mucho.
Los pueblos prerromanos. Variados. Cercanos y lejanos entre sí.
El Mediterráneo fue el escenario principal donde los hombres modernos empezaron a prosperar.
Los Millares (Almería), hace unos cinco mil años:
Los vecinos nos llamaron “Iberia”, por el nombre de nuestro río más accesible para ellos. La puerta al mundo fue el Mediterráneo. Las costas permitieron el comercio y la inmigración: fenicios, cartagineses, y romanos aparecieron sucesivamente, superponiéndose con las poblaciones locales.
La situación, pasado el año 200 antes de Cristo, iniciada ya la conquista romana:
Restos de la Empòrion griega (Ampurias):
Esa misma costa había sido escenario de la disputa entre Roma y Cartago. Roma venció y Roma escribió la historia. Los habitantes de lo que llamaron Hispania fueron considerados finalmente ciudadanos romanos.
Teatro de Mérida, capital de la Lusitania:
Con los romanos se esfumaron las viejas áreas de asentamiento de los puelbos celtas e iberos. Apareciendo otras divisiones, más “provinciales”, más administrativas. Y las divisiones, como casi siempre ocurre, fueron a más…
Roma fue grande pero no eterna. Finalmente su poder decayó y fue sustituida por invasores germánicos (suevos, vándalos o alanos en el noroeste; visigodos, en el centro, Mediterráneo y sur de Francia).
Hacia el año 500, el reino visigodo (de Tolosa primero, de Toledo después) estaba a punto de controlar toda la península:
Los visigodos, finalmente, fueron expulsados del sur de las Galias, y su reino fue ibérico. Áreas cercanas a las montañas del centro fueron su asentamiento principal. Hubo leyes. Y las leyes finalmente se aplicaron para todos, tanto invasores godos como viejos pobladores hispano-romanos.
Liber Iudiciorum, año 654:
Viniendo desde muy lejos, una nueva religión, el islam, llegó para acabar con el estado visigodo. De nuevo las montañas del norte interesaron poco a los invasores.
Esplendor y cultura; astronomía y arquitectura; medicina y ciencia. Los primeros musulmanes trajeron una visión más amplia, urbana y culta que la de los viejos cristianos godos del norte.
Alhambra, Granada (siglos IX al XIV)
Durante siglos los musulmanes fueron el poder político hegemónico en la península. Pero ese poder cayó en divisiones internas (reinos de Taifas) que abrieron el camino para que los cristianos del norte recuperaran terreno.
Mientras tanto, en el norte, partiendo de pequeños reductos que conservaban el recuerdo (y se apropiaban la legitimidad) del reino hispano-visigodo, se inició el camino hacia el sur, tras la mítica batalla de Covadonga.
El avance cristiano fue lento y a trompicones, a menudo más gracias a colonos agrícolas que a victorias militares. Los diversos reyes y condes pleitearon y compitieron entre sí. Pero en ocasiones consiguieron unirse para dar un impulso decisivo a la llamada “reconquista”, como cuando en Las Navas de Tolosa (1212), tropas de diversos orígenes abrieron las puertas de Andalucía:
Completada su conquista, algunos, miraron para un lado…
Y otros siguieron mirando hacia el sur, estancados durante siglos:
El viejo reino musulmán de Granada aguantó aún mucho, hasta que las fuerzas de la Corona de Castilla, matrimoniadas con las de Aragón, acabaron con él en 1492.
Más allá de la península, al mismo tiempo, Colón encontró mucho más espacio donde crecer.
Quedaban “flecos”. Pronto, el antiquísimo reino de Navarra, encapsulado en su bastión norteño, acabó cayendo también del lado castellano.
En 1580, bajo Felipe II, la corona de Portugal se incorporó al gran mosaico de reinos peninsulares. La unidad peninsular fue completa.
Y España y Portugal, juntas pero no revueltas, se expandieron por el mundo:
Tras 1640 el enorme coste de las largas guerras desembocó en una sucesión de rebeliones (Cataluña, Portugal) que culminó en el reconocimiento años más tarde de las independencias de Portugal y Holanda y la anexión de varios territorios a Francia tras “La Paz de los Pirineos”.
El siglo XVII llegó a su fin con la denominada “decadencia española” atribuída al reinado de los últimos Austrias (austrias menores), un período en el que el país se vió inmerso en una profunda crisis que terminó por empobrecer a una población que a su vez tuvo que afrontar graves epidemias y en el que de forma paralela fue floreciendo una etapa destacada en las artes y la literatura, el denominado “siglo de oro”.
Con la muerte de Carlos II sin descendencia, se inició una guerra de sucesión al trono entre los partidarios de los Austrias y los borbones, conquistando éstos el trono finalmente de la mano de Felipe V, que tuvo que renunciar a parte de los territorios bajo la corona para acceder al trono en paz, mediante el Tratado de Utrecht.
Gibraltar pasó en ese momento oficialmente a manos de Inglaterra, mientras que los Decretos de Nueva Planta centralizaban el poder manteniendo los fueros vascos y navarros.
Con la llegada al trono de Carlos III se introduce en España el “despotismo ilustrado” impulsando una serie de reformas como la agraria y el fin de los mayorazgos: “todo por el pueblo, pero sin el pueblo”.
Carlos IV trajo a España uno de los períodos de más inestabilidad política de niestra historia. Aliado con Napoleón por consejo de Manuel Godoy, permitió el paso de tropas a España con el pretexto de invadir Portugal para luchar junto a Francia contra Inglaterra. Napoleón, tras derrotar a Portugal, desplegó sus tropas en España y en ese momento Fernando, hijo de Carlos IV, llamó a la rebelión contra los franceses de los españoles.
Tras el motín de Aranjuez, los fusilamientos de la noche del 3 de mayo en Madrid a los “sublevados” propiciaron el inicio de la guerra de independencia y el levantamiento contra los franceses y el impuesto Rey (hermano de Napoleón).
La Guerra de independencia transcurre entre las “dos Españas”, en la que un grupo de nobles apoyan a los franceses mientras la mayoría del pueblo y los militares se sublevan contra Napoleón.
Se establece un Gobierno alternativo con sede en Cádiz, dando lugar a Las Cortes de Cádiz y a la Constitución de 1812 “¡Viva la Pepa!”
Tras la expulsión de los franceses llega el reinado de Fernando VII (quien se niega a ratificar la Constitución de las Cortes de Cádiz y vuelve al absolutismo) que a su muerte deja a Isabel II como heredera con tres años de edad, volviendo a la monarquía parlamentaria bajo regencia, dando lugar a una lucha por el trono entre los partidarios del hermano del difunto rey (Carlos – carlistas) y los afines a los Borbones.
Durante los años posteriores de iniciaría la desamortización eclesiástica y las luchas de poder llevarían a la dimisión de la regente, etapas que son aprovechadas por los Gobiernos provisionales allende los mares para proclamar su independencia de la Corona española.
Tras la regencia, la llegada de un gobierno militar y la ascensión posterior al trono de Isabel II se vivió un período convulso que daría paso al sexenio revolucionario y, finalmente en ausencia de Rey se proclamaría la Primera República española en 1873.
Tras un único año de instauración de la República, un golpe militar triunfa y trae La Restauración de la Monarquía a España donde Cánovas del Castillo tuvo un papel fundamental, convirtiendo al país en una momarquía parlamentaria bicameral, apartando a los militares del Gobierno y promulgando la Constitución de 1876.
Tras el paso por el trono sin interferir en política de Alfonso XII, llega el reinado de Alfonso XIII durante el cual se aprueba el sufragio universal masculino o se abolió la esclavitud en Cuba, si bien es durante esta etapa de reinado donde las últimas colonias de América se independizan tras la guerra contra EEUU, dejando al otrora Imperio español sin posesiones de ultramar.
Paralelamente, aparecen en España los primeros partidos alternativos al tradicional bipartidismo, surgiendo movimientos republicanos que claman por la expulsión de la monarquía para instaurar una nueva República, movimientos anarquistas y otros sindicales tras los que Pablo Iglesias funda el PSOE en 1879.
En 1923 el General Primo de Rivera dio un golpe de Estado con el visto bueno del Rey Alfonso XIII, suspendió la Constitución del 76 e instauró un régimen militar de ultraderecha que ostentó el poder durante 6 años hasta que las consecuencias de la crisis del 29, las conspiraciones militares y la oposición de políticos e intelectuales de izquierdas forzaron su dimisión y exilio.
Tras las elecciones municipales de 1931 Alfonso XIII huye de España dejando paso a la proclamación, el 14 de Abril de 1931 de la Segunda República española.
Tras la proclamación de la República, los pactos entre socialistas y republicanos dan lugar al bienio progresista, que inicia una profunda transformación del país, eliminando privilegios de la Iglesia e impulsando reformas agrarias a la vez que se aprueba el Estatuto de Autonomía de Cataluña buscando un nuevo modelo de Estado más federal.
Tras la fundación de la CEDA y su contundente victoria en las elecciones de 1933 se inicia un bienio de Gobierno de derechas con la alianza entre radicales y cedistas, que impulsan nuevas reformas como la introducción del Senado, la abolición de las reformas agrarias, la defensa de las ventajas para la Iglesia y el retroceso del modelo de autonomías.
El descontento social aumenta con el Gobierno de las derechas y la UGT llama a la huelga general revolucionaria, que es apoyada por una amplia mayoría en todo el país, dando lugar a la revolución minera de octubre de 1934 en Asturias que llegó a proclamar la República socialista en varias localidades como Mieres o La Felguera, y que fue posteriormente duramente reprimida por el Estado.
A su vez, en Cataluña y País Vasco se iniciaban también fuertes movimientos de resistencia al Gobierno central que había mermado sus aspiraciones nacionalistas, llegando Companys a proclamar la República catalana en 1934, siendo suspendida la autonomía por el Estado que declaró el “Estado de guerra” y encarceló a todos sus dirigentes.
Tras la victoria del Frente Popular de izquierdas en las elecciones de 1936 se instaura de nuevo una República de izquierdas con el Gobierno de Quiroga y la Presidencia de Manuel Azaña quien a su vez restituye el estatuto y la Generalitat de Cataluña con Companys al frente.
En 1936 los generales alejados de sus mandos de poder por orden del Presidente de la República y Las Cortes inician una sublevación militar, que el General Franco capitanea desde el sur tras haber sido destinado a las Canarias en lo que él consideraba un destierro, dando lugar a la Guerra Civil española que finalizó en 1939 con la victoria del bando nacional con Franco a la cabeza.
Tras la victoria de Franco, se inicia una dictadura militar que se prolongó hasta su muerte en 1975. Durante todos esos años, con la comunidad internacional manteniéndose al margen, España vivió uno de los períodos más oscuros de su historia reciente. Durante las cuatro décadas de dictadura cientos de miles de españoles fueron ejecutados tras ser acusados de haber apoyado al bando republicano así como por disentir o, simplemente, no llevar un estilo de vida acorde a la moralidad franquista (homosexuales, artistas o intelectuales fueron perseguidos, encarcelados, torturados y asesinados). Muchos cientos de miles más buscaron refugio en el exilio a la espera de la caída del régimen.
En los últimos años del franquismo el dictador nombró como sucesor a Juan Carlos de Borbón con título de “Príncipe de España”.
Juan Carlos I finalmente accedió al trono como rey tras su muerte ejerciendo como Jefe de Estado tras el acuerdo de la Transición entre los representantes de todas las corrientes políticas en la redacción de la Consitución española que convirtió a España de nuevo en un Estado monárquico con la soberanía en manos del Parlamento.
Tras la votación favorable de la Constitución española por parte del pueblo, se inició una nueva etapa de normalización democrática acompañada de un importante proceso de transformación y modernización del Estado que aún continúa.
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