Millones de ciudadanos han salido a las calles, inundando diversas urbes germanas, en una serie de manifestaciones contra la controvertida formación política Alternativa para Alemania (AfD), un partido que ha ganado notoriedad por su postura de extrema derecha.
A pesar del frío invernal, multitudes copiosas han demostrado su rechazo a la AfD, especialmente tras difundirse informaciones sobre discusiones internas en el partido, donde se contemplaba la posibilidad de deportar masivamente a inmigrantes. Estas revelaciones han generado comparaciones con períodos oscuros de la historia alemana, particularmente con el régimen nazi.
Las protestas no solo han tenido lugar en Frankfurt, donde se congregaron aproximadamente 35.000 personas bajo consignas de defensa democrática, sino también en Hannover, Stuttgard, Dortmund y Nuremberg. La respuesta ciudadana ha sido tal que incluso el canciller Olaf Scholz ha emitido declaraciones apoyando estas movilizaciones, destacando la importancia de la empatía hacia los más de 20 millones de alemanes con raíces migratorias.
La intensidad de las protestas se ha visto reflejada en ciudades como Berlín, Leipzig, Rostock, Essen y Colonia, donde los manifestantes, congregados en icónicos lugares como el ayuntamiento de Berlín, han levantado pancartas y entonado consignas en una clara oposición a figuras como Björn Höcke de AfD.
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El núcleo de la polémica radica en un encuentro secreto que tuvo lugar el pasado 25 de noviembre, en un hotel cerca de Potsdam. En esta reunión, a la que asistieron miembros de AfD, neonazis y otros grupos de extrema derecha, se discutió un supuesto “plan maestro” para la deportación de solicitantes de asilo y ciudadanos de origen extranjero. La filtración de este encuentro por parte de la red Correctiv desató una oleada de protestas a nivel nacional.
Pese a que la AfD niega que este plan forme parte de su agenda política, la copresidenta del partido, Alice Weidel, se ha distanciado de su asesor Roland Hartwig, involucrado en las conversaciones. Por otro lado, el representante de AfD en Brandenberg, René Springer, ha manifestado abiertamente su apoyo a la idea de deportaciones.
Estos acontecimientos han revivido memorias dolorosas relacionadas con el periodo nazi, especialmente al evocar la deportación forzosa de millones. Voces como la de Rika von Gierke, activista, y Kazin Abaci, organizador de protestas, han expresado su preocupación por el resurgimiento de ideales antidemocráticos.
La presencia de altos cargos políticos como el canciller Scholz y la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, en las manifestaciones refleja la importancia del momento actual. Baerbock ha enfatizado su compromiso con la democracia y contra el fascismo.
Sin embargo, la posibilidad de ilegalizar a la AfD plantea un dilema legal y político complejo. El vicecanciller Robert Habeck ha señalado los riesgos de un intento fallido de prohibición, subrayando la necesidad de un caso sólido ante los tribunales.
En este contexto, las encuestas revelan un creciente apoyo a la AfD en estados orientales como Turingia, Sajonia y Brandeburgo, donde el partido alcanza más del 30% de intención de voto según Forsa. Esto plantea un desafío crucial para la sociedad alemana, que ahora más que nunca, debe definir su futuro democrático y su postura ante las fuerzas extremistas.
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