La convención demócrata se celebró la semana pasada, y la republicana esta.
En la demócrata, básicamente virtual como consecuencia de la crisis del coronavirus, Biden logró aunar a todos sus rivales en la carrera presidencial, de una manera mucho más convincente a como lo hizo Hillary Clinton hace cuatro años. Además, disolvió (de momento) las dudas sobre su capacidad (tiene 77 años y mostró en meses pasados algunos “sonoros” olvidos), y salió relanzado dando una imagen más sólida, bien es verdad que tras una convención sosa, demasiado telemática y poco adaptada al gusto “ruidoso” de los estadounidenses.
En la republicana, Trump ha hecho de la Casa Blanca como emblema presidencial, de su familia como apoyo básico, y del trato más directo, sus principales armas. Sus palabras del último día: “nosotros estamos aquí (por la Casa Blanca) y ellos están fuera” resumen una moral de resistencia y reafirmación muy diferente a la rupturista que le llevó al poder hace cuatro años. Su plato fuerte ha sido una convención más cercana, menos “coronavírica” y con mayor gancho por su carácter presencial. Su debilidad, quizás, que el mensaje de fondo ya no es “rompedor”.
Pero todo eso ya es pasado: mera tramoya. Lo que importa llega ahora, y es comprobar qué efecto ha tenido en el electorado. Las convenciones son claves para preparar la recta final de la campaña presidencial, y precisamente ahí donde ya estamos metidos de lleno: las elecciones son el 3 de noviembre, apenas faltan dos meses y la maquinaria electoral ya no va a parar.
Antes de las convenciones las encuestas vaticinaban una ventaja de Biden sobre Trump de unos 9 puntos de media (51 a 42 aproximadamente) aunque eran muy variables entre sí. Durante estas dos semanas ha habido alguna sorpresa, como la de Rassmusen que reducía la diferencia en porcentaje de voto a uno solo (56 a 55). Semejante mínima desventaja en voto popular daría a Trump la victoria en votos electorales, y todos lo saben. Biden necesita desmarcarse al menos por tres-cuatro puntos para empezar a respirar tranquilo.
Pero una sola golondrina no hace verano, y ni lo hizo Rassmusen ni tampoco las encuestas que se han conocido hoy, que colocan a Biden trece o catorce puntos por delante (GBAO, 54 a 41,USC Dronsife 54 a 40).
Necesitamos un día o dos más para que llegue el auténtico aluvión de encuestas y sepamos, como están de verdad las cosas. Pongámoslas, de momento, en contexto: cuando hace cuatro años terminaron las convenciones, Hillary Clinton aventajaba a Trump en unos seis puntos. Finalmente le ganó por dos (48 a 46, y tres millones de votos), pero perdió el colegio electoral.
Hagan cuentas, señores.
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