Hace solo cuatro días, tras la toma de posesión del nuevo presidente de la Generalitat, Quim Torra, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez escenificaron en persona un acuerdo consistente básicamente en optar por el levantamiento del artículo 155 en Catalunya, y solo rehabilitarlo si una hipotética actuación ilegal del nuevo president volvía a hacerlo necesario. De este acuerdo fue excluido Albert Rivera, a quien sencillamente se le informó a posteriori. Rivera, por su parte, se mostró partidario de mantener preventivamente las medidas de control que fueran necesarias, pero quedó en franca minoría frente al pacto PP-PSOE.
Ayer por la tarde, sin embargo, bastaron unas llamadas de teléfono para alterar los planes. Rajoy y Sánchez, finalmente, ante el comportamiento de Torra, se unen a la línea dura de Rivera y optan por mantener la vigencia del 155.
El motivo de este repentino cambio de planes es la designación por Torra de dos consejeros huidos y otros dos encarcelados como miembros de su futuro gobierno. Ante estos hechos, los tres líderes del bloque constitucionalista han acordado bloquear la designación del nuevo ejecutivo catalán por los medios judiciales (Tribunal Supremo) y constitucionales (Tribunal Constitucional) habituales.
Esta decisión supone que el nombramiento del nuevo Govern no se publicaría en ningún boletín oficial (controlados por Rajoy gracias a la vigencia del artículo 155). Al no existir, por tanto, Govern, quedaríamos en un limbo jurídico con un president nominal sin poderes efectivos y con todos los órganos de la administración catalana permaneciendo bajo control del gobierno central.
El diseño concreto de los mecanismos que harían esto posible está siendo preparado en estos momentos por los servicios jurídicos del Estado, y se implementaría con urgencia a lo largo de la semana que viene.
¿Cuánto tiempo más durará esta situación y qué consecuencias acarreará para la aprobación los Presupuestos Generales del Estado por parte del PNV? ¿Cómo reaccionará Torra y, en general, el independentismo?
Las preguntas sobre el futuro siguen dominando en el panorama. Una vez más la incertidumbre domina la política catalana, y, por extensión, la española. La provisionalidad en que estamos envueltos desde hace ya más de medio año continúa y no tiene visos de desaparecer a corto plazo.
José Salver
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