Una de las propuestas estrella del documento que Podemos presentó al PSOE el 15 de febrero es una sustancial subida del salario mínimo en España. ¿Es una buena idea?
Desde la derecha no se atreven a decirlo claramente, porque los ciudadanos se les echarían encima, pero lo que realmente piensan sobre el salario mínimo es que es un estorbo que debería suprimirse. Hay que optar por algo diferente: que el empresario pague al trabajador lo que le parezca oportuno y ni un euro más. Si la derecha económica tuviera todo el poder, acabaría también con los convenios colectivos, con las normas de prevención de riesgos laborales, con la limitación de cuarenta horas semanales trabajadas, etc, etc. Todo eso, para ellos, son trabas que impiden al mercado funcionar libremente, así que hay que acabar con ellas.
Pero, ¿están en lo cierto?
Veamos por qué el salario mínimo puede no ser es un capricho sino una necesidad. En primer lugar, el SMI es un imperativo de dignidad. No puede obligarse a nadie a trabajar en condiciones de esclavitud, recibiendo salarios miserables que apenas le permitan subsistir. Solo este hecho, la exigencia de que las personas vivan dignamente de su trabajo, bastaría para justificar la existencia del salario mínimo, pero es que hay más: hay razones económicas que pueden hacerlo imprescindible.
Los ricos suelen gastar una pequeña parte de su renta, mientras que ahorran mucha. A los pobres les sucede lo contrario. Quien ingresa cien mil euros mensuales no tiene ningún problema en vivir a cuerpo de rey gastando cuarenta mil. Pero quien ingresa quinientos se los gasta íntegramente. No tiene opción.
Imaginemos entonces a un rico que ingrese 100.000 euros al mes, y a doscientos pobres que, entre todos ellos, ganen lo mismo que él (500 euros cada uno). Supongamos que esos doscientos pobres “tienen suerte”, porque trabajan, y lo hacen, precisamente, para el rico. ¿Qué parte del dinero que ingresan esas 201 personas vuelve a la economía en forma de gasto, y sirve así para mantener la maquinaria funcionando y creando empleo en su país? Vuelven los 100.000 euros que se gastan los pobres más los 40.000 que despilfarra el rico. En total, 140.000 euros gastados.
Supongamos ahora que establecemos un salario mínimo de 600 euros al mes. El potentado tendrá que pagar unas nóminas mayores, y verá disminuir sus ganancias hasta los 80.000 euros mensuales. Pero le dará igual. Seguirá gastando sus 40.000 y aún le quedará mucho para ahorrar. Los pobres, en cambio, gastarán cien euros más todos los meses. Su vida será un poco más digna y seguirán gastándose todo lo que ingresan, porque aún viven en el umbral de la pobreza. En conjunto, sumando ricos y pobres, gastarán 160.000 euros todos los meses: un 14% más que antes. La economía recibirá entonces un buen empujón. El país entero se beneficiará con el aporte extra, habrá más empleo, más ingresos… y éstos a su vez generarán aún más, entrando una auténtica “espiral virtuosa” en la que se combinará mayor riqueza y mayor justicia social. Y esto sin contar el incremento de productividad que se produce cuando los trabajadores están mejor remunerados.
La espiral virtuosa se basa, técnicamente, en una realidad económica universal: que las propensiones marginales a consumir de unos y de otros, de ricos y pobres, son distintas. Pero no nos hace falta usar lenguaje económico aquí, ni complejas ecuaciones. El sentido común nos dice lo mismo: los pobres no pueden ahorrar. Los ricos sí.
Por lo tanto, disponer de un salario mínimo e incrementarlo todo lo que se pueda, va a servir para hacer más digna la vida de las personas y para redistribuir la renta de una manera más justa. No disminuye la capacidad productiva ni cierra empresas, porque solo afecta a la plusvalía que se apropia el empresario, reduciéndola, lo cual no es nada malo. Aumenta la productividad de las empresas porque mejora la motivación del trabajador. Y sirve, sobre todo, para estimular el consumo, la economía y el empleo, al poner más dinero en la economía real, contribuyendo a incrementos de renta adicionales.
Son muchos los economistas que defienden esta posición. En España, diputados como Alberto Garzón lo han argumentado repetidamente con buenas razones. “Esto tiene arreglo” es un libro imprescindible para quienes quieran disponer de una visión más detallada del asunto.
La propuesta económica de Podemos, por tanto, podría ser más acertada de lo que parece. Parece una locura, porque implica una gran subida de gastos que se sufraga con una demora en el cumplimiento de los objetivos de déficit y, sobre todo, con un imaginario incremento de la actividad productiva que permitirá mejorar los ingresos públicos.
“¿Pero de dónde va a salir ese incremento de la actividad?”, clamará la derecha.
“De una sociedad más justa, en la que sus ciudadanos vivirán mejor y podrán consumir mucho más”, les replicará entonces el ministro de economía de Podemos. Y puede que tenga razón.
@josesalver
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