Tras el convulso final del mandato anterior, que todavía coleará y mucho con el impeachment que está en marcha y sus posibles ramificaciones judiciales, las encuestadoras comienzan a preguntar ya por la opinión de los ciudadanos sobre su nuevo presidente, Joe Biden.
El balance inicial, aunque aún es muy preliminar, es positivo:

Tras diez días de mandato, Biden acumula un saldo positivo de algo más de un 20%. ¿Esto es mejor o peor que lo el que tenían los anteriores presidentes?

El saldo de Biden es ese pequeño punto rojo inicial. Apenas nada, aún, para sacar conclusiones, pero de entrada es algo superior al que tenía Trump en este mismo momento de su mandato, netamente inferior al de Obama y George W. Bush, e idéntico al de Bill Clinton.
En los próximos meses habrá que seguir este indicador para comprobar cuál es el grado real de aprobación del nuevo mandatario estadounidense, y para saber si su trayectoria le lleva a tener muchas o pocas posibilidades de continuar más allá de los cuatro primeros años, si es que decide presentarse a la reelección y no se cruzan otras incidencias por el camino.
La globalización económica (el libre mercado) beneficia a China, por su propio peso poblacional.
Defender hoy en día la globalización económica es lo mismo que defender que China se convierta en la primera potencia mundial. Primera potencia una dictadura de 1.300 millones de habitantes.
La victoria de Biden ha alegrado a los chinos, porque a diferencia de Trump, no intentará combatirla.
Hay quien dice que la globalización es algo bueno. Es decir, que sean conscientes o no, están diciendo que es bueno que China se convierta en la primera potencia mundial. Para mear y no echar gota.
Frente a la globalización pro-China, hay que defender la alternativa: el proteccionismo económico con aranceles frente a China.