Bolivia vota en sus Presidenciales: ¿el fin de una era para la izquierda?

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Hoy, millones de bolivianos acuden a las urnas en unas elecciones generales que podrían marcar un punto de inflexión en la historia política del país. Por primera vez en casi dos décadas, el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido izquierdista que ha dominado el panorama político desde la llegada de Evo Morales al poder en 2006, enfrenta una seria amenaza de perder el control del gobierno. La división interna en la izquierda, exacerbada por el enfrentamiento entre el expresidente Morales y el actual mandatario Luis Arce, ha fragmentado el voto progresista, abriendo la puerta a que dos candidatos conservadores avancen al balotaje y potencialmente devuelvan el poder a la derecha después de años de hegemonía socialista.

Estas elecciones, con un posible balotaje el 19 de octubre si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta o al menos el 40% de los votos con una ventaja de 10 puntos sobre el segundo, se desarrollan en un contexto de crisis económica aguda. Escasez de combustibles, alimentos básicos y medicamentos, junto con una inflación récord, han erosionado la popularidad del gobierno de Arce, quien decidió no buscar la reelección en mayo pasado. El descontento popular se refleja en las encuestas, donde los votantes indecisos superan a menudo el 20%, y muchos simpatizantes de Morales consideran anular su voto en protesta por la inhabilitación del exlíder indígena.

El Legado del MAS y la Crisis Actual

Para entender la magnitud de este momento, es esencial repasar el legado del MAS. Bajo el liderazgo de Evo Morales, Bolivia experimentó un período de estabilidad económica impulsado por la nacionalización de recursos naturales, como el gas y los minerales, lo que permitió reducir la pobreza extrema del 38% al 15% y expandir los servicios sociales. Sin embargo, las acusaciones de autoritarismo, el controvertido intento de Morales de buscar un cuarto mandato en 2019 –que derivó en protestas masivas y su exilio–, y la breve presidencia interina de la derechista Jeanine Áñez en 2019-2020, marcaron el comienzo de las grietas en el movimiento.

La victoria de Luis Arce en 2020, un economista cercano a Morales, pareció restaurar la continuidad del MAS. Pero las tensiones estallaron pronto: Morales, regresado del exilio, buscó recuperar el control del partido, acusando a Arce de traición y de alejarse de las bases indígenas y campesinas. Arce, por su parte, lo tildó de divisionista. Esta pugna culminó en una escisión profunda, con facciones rivales disputando el liderazgo del MAS. En mayo de 2025, Arce anunció que no se postularía nuevamente, nominando en su lugar a Eduardo del Castillo, su ministro de Gobierno, un joven abogado de 36 años sin el carisma ni la base histórica de sus predecesores.

Morales, inhabilitado por el Tribunal Constitucional Plurinacional debido a límites constitucionales en los mandatos presidenciales, intentó postularse bajo el Frente Para la Victoria (FPV), pero el gobierno desregistró el partido por no cumplir con el umbral electoral del 3% en comicios anteriores. Sus intentos de forzar su candidatura derivaron en manifestaciones violentas en La Paz el 16 de mayo, con choques entre policías y seguidores evistas. Morales ha llamado a sus bases a boicotear las elecciones o votar nulo, argumentando que el proceso es ilegítimo sin su participación.

Esta división ha pulverizado el voto de la izquierda. Además de Del Castillo, que representa la facción arcista del MAS, otro candidato progresista es Andrónico Rodríguez, presidente del Senado de 36 años, quien se postula por la Alianza Popular (AP) y ha intentado posicionarse como heredero de Morales, prometiendo mantener las políticas sociales pero con reformas económicas como la reducción de subsidios a los combustibles. Sin embargo, las encuestas lo sitúan en un distante tercer o cuarto lugar, con entre el 5% y el 11% de intención de voto.

La Fragmentación de la Izquierda: Un Regalo para la Oposición

La ruptura en el MAS no es solo una disputa personal; refleja divisiones ideológicas y regionales más profundas. El ala evista, más radical y vinculada a las organizaciones indígenas y cocaleras del Chapare, acusa al gobierno de Arce de capitular ante presiones internacionales y de manejar mal la economía. Por su parte, los arcistas defienden un enfoque más pragmático, pero han sido incapaces de unificar el partido. Esta fragmentación ha diluido el voto izquierdista, que en elecciones pasadas superaba el 50% fácilmente.

Analistas coinciden en que esta división es el factor clave que podría permitir un avance conservador. “El MAS se ha autodestruido”, comenta el politólogo boliviano Franklin Pareja en una entrevista reciente. “Con el voto dividido entre Del Castillo, Rodríguez y posibles abstenciones evistas, la izquierda podría no alcanzar ni el 20% en total, dejando el camino libre para la derecha”. De hecho, encuestas recientes muestran que los votos en blanco o nulos podrían llegar al 15-20%, un porcentaje significativo que resta fuerza a los candidatos progresistas.

La crisis económica agrava esta situación. Bolivia enfrenta escasez de dólares, una caída en las reservas internacionales y protestas por el aumento de precios. El modelo estatista del MAS, dependiente de las exportaciones de litio y gas, ha mostrado sus límites en un contexto global de bajos precios de commodities. Muchos votantes, especialmente en las ciudades, expresan fatiga con el socialismo y anhelan un cambio hacia políticas más liberales.

Los Dos Candidatos Conservadores: Quiroga y Doria Medina al Frente

En este panorama, dos figuras conservadoras emergen como favoritos para pasar al balotaje: Jorge “Tuto” Quiroga y Samuel Doria Medina. Ambos representan una derecha tradicional, con plataformas enfocadas en la liberalización económica, la atracción de inversión extranjera y el distanciamiento de alianzas izquierdistas como las con Venezuela o Cuba.

Jorge Quiroga, de 65 años, es un ex presidente (2001-2002) que asumió el cargo tras la renuncia de Hugo Banzer. Candidato recurrente (2005, 2014), Quiroga se postula por el partido Libre y promete “desmantelar el estatismo ineficiente”. Su agenda incluye eliminar subsidios a los combustibles, privatizar empresas estatales deficitarias y restaurar relaciones con Estados Unidos, rotas bajo el MAS. En las encuestas más recientes, como la de AtlasIntel (11-13 de agosto), Quiroga lidera con el 22.3% de intención de voto, seguido de cerca por Doria Medina con el 18.0%. Otras sondeos, como Ipsos (2-6 de agosto), lo colocan en segundo lugar con el 20.0%, y SPIE (31 de julio-4 de agosto) lo da como ganador con el 24.5%.

Samuel Doria Medina, empresario de 66 años y líder del Bloque de Unidad, es otro veterano de la política opositora, habiendo sido ministro de Planificación en los 90 y candidato presidencial en 2005, 2009 y 2014. Su campaña enfatiza la creación de empleo a través de reformas liberales, como la reducción de impuestos y la apertura a tratados de libre comercio. Doria Medina critica el “despilfarro” del MAS y propone revertir parcialmente las nacionalizaciones para atraer inversión en el litio. En las encuestas, se mantiene parejo con Quiroga, alcanzando el 21.2% en Ipsos y el 23.6% en SPIE.

Otros candidatos conservadores, como Manfred Reyes Villa (alcalde de Cochabamba, con alrededor del 4-7%) y Rodrigo Paz Pereira (senador por Tarija, 7-9%), suman votos a la derecha pero no amenazan el liderazgo de Quiroga y Doria Medina. En el campo izquierdo, Del Castillo apenas roza el 1.5-8.1%, mientras que Rodríguez llega al 5.5-11.4%.

Opciones Reales de un Balotaje Conservador

Las encuestas indican que ningún candidato alcanzará el umbral para ganar en primera vuelta, lo que hace casi inevitable un balotaje entre Quiroga y Doria Medina. Esto representaría un hito: la primera vez desde 2002 que dos candidatos de derecha compiten por la presidencia en segunda ronda, potencialmente devolviendo el poder a la oposición conservadora tras 19 años de dominio masista (con la excepción del interinato de Áñez).

Las opciones de éxito para la derecha radican en la fragmentación izquierdista y el descontento económico. Si los votos progresistas se dividen y las abstenciones evistas aumentan, Quiroga y Doria Medina podrían capturar el voto anti-MAS, que incluye a clases medias urbanas y regiones como Santa Cruz, bastión opositor. Sin embargo, desafíos persisten: ambos candidatos son vistos como “viejos conocidos” sin gran renovación, y podrían enfrentar rechazo por su asociación con políticas neoliberales de los 90, que muchos bolivianos recuerdan con amargura.

Un triunfo conservador alinearía Bolivia con gobiernos de derecha en Argentina y Ecuador, debilitando el eje progresista en Sudamérica. Para Estados Unidos, sería una oportunidad de reconectar con La Paz, especialmente en temas como el litio y la lucha antidrogas.

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