COVID-19. El baile de las cifras impide saber aún dónde estamos realmente

Desde el comienzo de la pandemia, en EM hemos seguido las cifras, tanto a nivel nacional como internacional, siendo conscientes de que los datos oficiales dependían de muchos factores y estaban sometidos a variaciones. Los elementos de incertidumbre básicos a tener en cuenta eran (y siguen siendo) los siguientes:

• Las cifras de “contagiados” dependen de cuántos test se hagan. Cada país (y cada comunidad autónoma) hacen test a muy distinto ritmo, y además muchos han efectuado pruebas a un porcentaje relativamente pequeño de la población, con lo cual los titulares del tipo “hay 6.300.000 contagiados en el mundo y 240.000 en España” deben evitarse, porque los datos reales, por necesidad, deben ser muy superiores a estas.
• Por eso, reflejar en un mapa el distinto nivel de contagio sobre el total de población llama a engaño. Confunden las cifras relativas (tantos contagiados respecto al conjunto de la población) y mucho más las cifras absolutas (porque comparan países o comunidades con poblaciones distintas) Por eso en EM comenzamos haciendo un mapa de contagiados por comunidades (al menos, eso sí, vinculado a la población de cada lugar), pero lo dejamos pronto. Este fue el último de la serie continua:

• Otros parámetros son más objetivos y generales, como los de ingresos hospitalarios, en UCI, etc, pero también admiten notabilísimas diferencias entre unas áreas geográficas y otras.
• El indicador menos variable, por desgracia, es el de fallecimientos, porque mide hechos objetivos menos interpretables. Aún así, el margen es amplio, sobre todo porque depende de dos factores:
• 1. Cómo se consideren las otras patologías que muy a menudo padecen también los fallecidos. Algunos países solo consideran como causadas por el COVID-19 las muertes exclusivamente debidas a él y completamente acreditadas, mientras que en el extremo opuesto, otros (como Bélgica) adjudican al coronavirus casi cualquier fallecimiento en que esté presente el virus, aunque objetivamente la causa principal de la muerte pueda ser otra patología.
• 2. En los países menos desarrollados, muchos fallecidos por la enfermedad no han sido diagnosticados, al no haber medios técnicos para ello, y en los países más afectados, durante los días en que estuvo desbordado el sistema sanitario, la prioridad no fue el diagnóstico sino prevenir males mayores al resto de la población, con lo que (sobre todo en residencias y otros lugares de infección masiva) muchos fallecimientos no se adjudicaron al COVID-19 por simple falta de tiempo material para realizar las comprobaciones necesarias.
• 3. En el caso de España, en particular, se han producido varias circunstancias que han hecho imposible un seguimiento razonable. Se fue modificando paulatinamente en la información diaria la forma y el contenido de la información sobre infecciones, incidencia acumulada, porcentaje de fallecidos respecto a los ingresos hospitalarios, etc, sin que se adecuase a la vez la serie histórica. Aparte de esos cambios de criterio, al menos en cuanto a fallecidos se siguió una línea continua hasta el 15 de mayo, con actualizaciones diarias y desglose por comunidades. Pero en esa fecha se comenzó una depuración de cifras que llevó a un descenso de casi 2.000 personas computadas de un día para otro, seguida de algún otro cambio brusco de menor nivel, y a que desde entonces las cifras de fallecidos se hayan reajustado varias veces según van llegando datos depurados de las comunidades autónomas, y solo se actualicen las consolidadas de la última semana. En conclusión, a la espera de que en algún momento se rehaga por el ministerio una serie histórica coherente, la que presentamos a continuación no lo es:

Hemos realizado en EM ya dos análisis poniendo en relación los datos del ministerio con los que paralelamente se van recibiendo del MoMo (registros civiles de defunciones) para, teniendo en cuenta otros factores (disminución de accidentes de tráfico y laborales, incidencia en otras patologías, etc), intentar deducir una cifras de fallecimientos consistentes con todo ese caudal de información. En cuanto se normalicen las series del Ministerio (y las de los registros, que incluso han experimentado ajustes mayores recientemente), intentaremos una nueva aproximación, confiando en que, esta vez sí, lo datos sean de fiar.

Por último, y con todas las reservas señaladas anteriormente, ayer se produjo un hecho significativo. A tenor de los datos oficiales, el Reino Unido superó a España en fallecimientos por habitante:

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