Después del empacho de finales de 2015, el año nuevo se abre con algunas autonómicas programadas (Galicia, País Vasco) y con la posibilidad de que haya nuevas convocatorias en Catalunya e incluso nuevas elecciones generales. ¿Demasiadas elecciones?
En los partidos hay preocupación sobre los efectos que esta acumulación tendrán en los electores. El primer aviso lo dieron ya las elecciones generales. Después de la campaña más intensa de los últimos treinta años, tras unos meses frenéticos, la participación fue del 73%.
¿Un simple 73% en las elecciones en que nos jugábamos más que nunca, y en las que el panorama político iba a sufrir un vuelco? Decepcionante.
¿Qué ha pasado? Un mes antes del 20 de diciembre no faltaban quienes especulaban con participaciones superiores al 80%. La participación tenía que ir a más, conforme nos acercáramos a la fecha de las elecciones, dado el ambiente reinante. Pero al final no se cumplieron las expectativas. La afluencia a las urnas defraudó. En esto no fueron unas elecciones históricas sino normalitas, con una abstención situada en el 27%.
Ahora los partidos políticos se preguntan por qué. La respuesta es que ha habido una sobreexposición en los medios. El ciudadano asimila la información política en pequeñas dosis, pero a continuación necesita descansar para asumirla, hacerla suya y luego, solo luego, estar dispuesto a apoyarla. Salvo el muy interesado, que vive enganchado, el resto de la sociedad necesita variedad: olvidar el asunto para volver a él, meses después. Desconectar. Si no se le da el tiempo suficiente para hacerlo, si se le abruma, lo que llega es el desinterés: sobrepasado cierto límite, cuanto más se le bombardee con algo, menos reaccionará. Ante una campaña tan larga y agobiante, Rajoy fue quien mejor gestionó sus presencias (y sus ausencias) en los medios, y Rivera fue el peor.
Los mensajes deben ser pocos, cortos, diferenciados y reiterados, en lugar de muchos, complejos y entremezclados. Un mensaje que necesita ser explicado supone un estorbo en una campaña electoral. Por eso la campaña resultó tan positiva para el PP y Podemos, que disponían ya de ganchos claros con los que fidelizar a sus votantes (seguridad los unos, cambio los otros) e insistieron en ellos, mientras que fue negativa para Ciudadanos, que se enredó explicando posturas, en lugar de profundizas en ideas-fuerza que ya estuvieran presentes en la cabeza del elector.
Finalmente, algunos votantes moderados no acudieron a las urnas porque ni PSOE ni Ciudadanos supieron movilizarlos. En cambio, a su derecha y su izquierda sí había un consistente grupo de electores que tenían las ideas claras (no hace falta más) y que fueron a votar pensando en defenderlas.
Para el año 2016 el panorama se presenta complicado. El elector quiere descansar. Y cuanto menos implicado está, más necesita el descanso. Si le acosamos con nuevas elecciones en marzo y/o en mayo, solo el más movilizado estará dispuesto a dejarse arrastrar de nuevo hasta las urnas. Los demás manifestarán cansancio, incluso hartazgo. En esas condiciones, los moderados tienen un gravísimo problema. PSOE y Ciudadanos están en clara desventaja frente a PP y Podemos. Con una participación a la baja, la polarización estará asegurada. PSOE y Ciudadanos necesitan dar un volantazo urgentemente, encontrar alguna buena idea-fuerza nueva que transmitir, centrarse en ella, y dedicarse durante los próximos dos o tres meses a repetirla con calma hasta que cale. De momento no parecen muy capaces de hacerlo, enredados como están con otras cosas.
Rajoy e Iglesias pueden pillarles fácilmente a contrapié: sus electores están mucho menos cansados.
Tu opinión
Existen unas normas para comentar que si no se cumplen conllevan la expulsión inmediata y permanente de la web.
EM no se responsabiliza de las opiniones de sus usuarios.
¿Quieres apoyarnos? Hazte Patrón y consigue acceso exclusivo a los paneles.