Después de varios días de incertidumbre y, sobre todo, de cuestionamiento del resultado electoral por parte de Donald Trump, anoche el presidente electo de los Estados Unidos realizó por fin su primera intervención pública considerándose oficialmente como tal.
Durante estos días ha mantenido una presencia pública de perfil bajo, prefiriendo apartarse del ruido que había a su alrededor hasta que este disminuyera. Con el paso de las horas, el apoyo del Partido Republicano a Donald Trump ha ido cayendo en picado, las denuncias de fraude han ido quedando reducidas a su círculo de seguidores más cercano, y Joe Biden ha podido, por fin, hablar cierta con calma.
Presentado por una Kamala Harris exultante, el discurso del presidente, a medio camino entre la euforia y la prudencia, ha sido una llamada a la reconciliación, con un rostro tenso y serio. Una llamada a gobernar para todos, “demócratas, republicanos e independientes”, y no solo para la mitad, y a “sanar” un país herido por la división.
Se abren cuatro años en que deberá intentarlo pero antes deberá afrontar varias semanas en que asistiremos, probablemente, a un rosario de reclamaciones de todo tipo por parte de Donald Trump, hasta el día de la toma de posesión, el 20 de enero de 2021.
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