El avance del teletrabajo ha sido muy lento en España en comparación con otros países. La cultura “presencial” y el “calentar silla” ha sido una constante en las grandes y en las pequeñas empresas durante años.
Sin embargo, el “cisne negro” aparecido en 2020 (o no tan negro, porque muchos habían avisado de su posibilidad), ha disparado, por la fuerza de los hechos, esta modalidad laboral.
Trabajadores y empresarios han descubierto un mundo de ventajas antes apenas intuidas, como son los ahorros en tiempos de desplazamiento, vehículos, esperas, y una importante ganancia en flexibilidad laboral. No obstante, algunas de estas ventajas también suponen inconvenientes si no se gestionan adecuadamente, convirtiendo las jornadas laborales en interminables, indefinidas y llenas de exigencias. Por ello es importante la regulación que finalmente se dé a esta actividad, para evitar abusos.
Y no olvidar otra realidad: su implantación depende del modelo económico de cada comunidad, porque algunas actividades son fácilmente teletrabajables, pero muchas otras no. Y eso afecta, directamente, al grado de implantación de esta modalidad en cada comunidad:
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