El próximo domingo 26 de enero se celebran en la norteña región italiana de Emilia Romaña unas elecciones regionales transcendentales.
Nunca antes unos comicios de este tipo habían despertado tanta expectación, pero desde que, en el verano pasado, el líder de la Liga, Matteo Salvini, fuera desalojado del gobierno por una coalición de centro izquierda liderada por el Partido Democrático y el Movimiento Cinco Estrellas, el carismático cabecilla de la derecha italiana solo tiene una idea in mente: cómo forzar la convocatoria de unas nuevas elecciones para conseguir regresar al ejecutivo.
La ocasión perfecta se presenta el próximo domingo en la región del Po. La zona, una de las más pujantes del país, ha sido tradicionalmente un bastión de la izquierda, que presenta a un candidato carismático, el actual gobernador Stefano Bonaccini, en quien confía el polo de centro-izquierda para conservar el poder.
Las elecciones se presentan muy polarizadas entre la candidatura aglutinadora de la izquierda, liderada por Bonaccini, y la de la derecha. La candidata de Salvini, Lucía Borgonzoni, dispone de una ocasión única de asaltar el poder regional, gracias a que el mensaje de su líder nacional está cuajando en ciertos sectores sociales, a la pujanza de sus aliados de Fratelli d’Italia, y al escaso peso de la candidatura del Movimiento Cinco Estrellas, que no se ha unido a ninguno de los dos polos, y cuyos escasos pero decisivos apoyos pueden acabar engrosando en los últimos días, por voto útil, a las candidaturas de alguno de los dos favoritos.
El tablero de juego está en plena ebullición, y si Salvini consiguiera acceder al poder en esta región, corazón de la “Padania” que dio origen a la Liga, la coalición gubernamental saldría gravemente dañada, y el objetivo de forzar unas nuevas elecciones estaría más cerca.
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