Cuando el Quisling catalán Albert Rivera pisó la patria de Bolívar esta semana tenía una intención muy clara: volver a ser el centro de atención de los medios tras un período en el que parecía que todo el mundo se había olvidado de él y su partido color butano, cuyas expectativas electorales son bastante penosas y en el cual no hacían más que acumularse las deserciones, a veces muy ruidosas.
Con la total complicidad de los otros dos partidos del régimen del 78, así como de los medios de la llamada “prensa libre”, propiedad de muy pocas y muy acaudaladas manos, Naranjito contrató un viaje de lujo a la Nueva Andalucía (nombre antiguo de Venezuela) para, suponemos, enseñar a los pescadores a pescar, como quería hacer en la Vieja Andalucía no hace tanto.
Y vaya que sí que sabe pescar el niñato! No nos habíamos percatado de lo bien que escoge el cebo y lo acertadamente que lanza el sedal, aunque cierto es que en esto, como en casi todo, ayuda tener padrinos de enjundia. El maestro pescador de La Barceloneta ensartó la bandera de Venezuela, con ocho estrellas y todo, en su anzuelo de plata y no tuvo que esperar. Pronto un banco inmenso de de peces morados se arremolinaron en torno al cebo intentando morderlo ciegos de justa pero irracional ira.
El nieto de Lucas había conseguido su objetivo: de pronto todo el mundo hablaba de él de nuevo, era otra vez el centro de atención, ya no se le notaba nervioso e inseguro como antaño, cuando todos le ignoraban, sino que, recuperada la moral por el arropo del régimen y los medios y por la iracunda reacción de los pescaditos morados que no hacían más que picar en su anzuelo uno detrás de otro, supo a ciencia cierta que aún había un lugar para él en el imperio de las barras y estrellas.
El rubio lampiño regaló entonces su caña de plata a Henrique Capriles como Bolívar en su día enviara su espada a Haití y volvió a casa con la red llena de pececillos morados y dispuesto una vez más a comerse el mundo… si las urnas no lo remedian.
Por fin se habla del Gran Pescador Naranja de nuevo, aunque sea mal.
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