Desde el lunes 4 está prohibido publicar encuestas para las elecciones generales del 10 de noviembre, así que estamos a oscuras.
Bueno, quizás no del todo. El campo no tiene puertas, y el mundo, en el siglo XXI, tampoco, así que hay varias maneras de arrojar luz durante estos días. Muchas son privadas y solo tienen acceso a ellas quienes pueden pagárselas, pero otras, afortunadamente, acaban llegando al gran público.
Una de ellas son las llamadas “andorranas”, que suelen aparecer durante estos días de apagón. Son un juego, claro, y, no tienen nada que ver con las elecciones generales del próximo domingo, por supuesto, pero curiosamente aportan extrañas correlaciones que permiten establecer una comparativa.
Eso es precisamente lo que hemos hecho: comparar las fiabilidad (el error medio por partido político) de las encuestas con la de las andorranas, en las tres convocatorias electorales en las que ha habido (las generales de diciembre de 2015, las generales de junio de 2016, y las catalanas de diciembre de 2017).
Para facilitar la comparación, solo reflejamos datos de las encuestadoras que estuvieron presentes en los tres procesos electorales:
En las elecciones de 2015, las andorranas fueron sobresalientes, y mejoraron a la mejor de las encuestas previas. Superaron también, como es lógico, a la encuesta anterior de GESOP, que es la referencia natural para este juego. En las de 2016, en cambio, se quedaron en una posición discreta, y ni siquiera fueron mejores que GESOP. Por último, en las catalanas del año siguiente, sí lograron más puntería que la encuesta anterior de GESOP, aunque algunas otras encuestas vencieron a ambas.
El balance conjunto debe tomarse con cautela, porque tres elecciones son pocas para hacer comparativas, y un par de buenos o de malos resultados pueden no significar nada. Pero da la sensación (que el próximo lunes podremos confirmar o no) de que este juego andorrano sí consigue ciertas mejoras respecto al resultado de las encuestas previas.
Las andorranas son una buena “guía”, y pueden reducir algo las diferencias entre lo previsto y la realidad. Pero no nos las podemos tomar como lo que no son: no son infalibles, porque acertar de lleno es imposible. Los márgenes de error siempre están ahí y no se pueden eliminar del todo.
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