En los últimos días ha sido noticia la finalización del programa europeo de rescate que se ha ido desarrollando con Grecia en los últimos años.
El país, que bajo el gobierno de Nueva Democracia consiguió acceder a la moneda única adulterando su contabilidad nacional, con la finalidad de encubrir sus desequilibrios estructurales y, en particular, su abultada deuda pública, así como déficits anuales superiores a los confesados. Como consecuencia de ello, sufrió luego, con el estallido de la crisis financiera de finales de los años 2000, un desplome brutal que lo situó al borde mismo de la insolvencia.
El resultado fue, en lo económico, un desastre sin precedentes, que llevó a la intervención de la Unión Europea. En lo político, trajo el ascenso primero y la llegada al gobierno después de un partido situado a la izquierda del tradicional socialista (PASOK), llamado Syriza, que prometió a los griegos la superación de la crisis mediante la adopción de unas recetas económicas muy lejanas de la ortodoxia y frontalmente enfrentada a la Unión Europea.
La realidad posterior fue que el gobierno de Syriza se avino a las exigencias de Bruselas y realizó profundas reformas económicas que hicieron mella en sectores básicos de la población (funcionarios, pensionistas), a los que se recortaron sus ingresos drásticamente. El resto de la sociedad, en general, padeció también una fuerte precarización y una elevación sin precedentes del desempleo.
En el seno del partido se escenificó la división entre los partidarios del primer ministro Tsipras y el contestario Varoufakis, hasta llegar a la ruptura.
Pasados los años, este es el balance del septenio 2010-2017:
El Producto Interior Bruto de Grecia es el único de Europa que se ha reducido entre 2010 y 2017, y el país soporta hoy un desempleo muy superior al de cualquier otro del continente.
Desde el gobierno griego y desde las instituciones comunitarias se insiste en que el esfuerzo ha permitido salvar al país del desastre, evitando la salida del euro, garantizando la estabilidad monetaria y financiera, y poniendo las bases de un crecimiento que ya se está produciendo y que acabará por beneficiar a los ciudadanos. Los opositores afirman que otras soluciones hubieran sido posibles y culpan a Tsipras del enorme precio pagado.
Atenas sale del control de la Troika con una deuda pública que supera el 178% del PIB, y una vida media pendiente hasta su amortización de nada menos que 32 años. Varias generaciones aún deberán afrontar el peso de los errores del pasado.
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