Israel votaba esta semana para intentar desbloquear su Parlamento, que partía con los resultados de abril de un empate entre las dos principales fuerzas políticas (el conservador Likud, de Netanyahu y la nueva formación de centro Azul y Blanco, del ex-militar Gantz).
El resultado se convertía en un varapalo para Netanyahu, que perdía la primera posición, pero la suma de bloques no alcanza la mayoría, por lo que la sombra de un Gobierno de Unidad que obligue a pactar a conservadores y centristas comenzaba a asomar.
En las últimas horas el ganador de los comicios, Gantz, rechazaba una coalición con Netanyahu, que declarará en las próximas semanas por varios casos de corrupción, quien le ofrecía un Gobierno de Unidad con rotación bianual en la Presidencia entre ambos líderes.
La opción que planteaba Netanyahu antes de las elecciones, una gran coalición de derechas, no suma, quedándose con 56 asientos mientras que una unión de centristas, moderados y árabes e israelíes no sionistas tampoco lograría controlar la mayoría del Parlamento al lograr la misma cantidad.
El líder de Azul y Blanco, consciente del riesgo real de tener que celebrar unas nuevas elecciones, ha declarado que con Netanyahu no habrá gran coalición, dejando la puerta abierta para negociar si el dirigente conservador renuncia a formar parte del Ejecutivo.
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