Se habla mucho de las primarias demócratas, tan disputadas y con problemas de recuento incluidos, pero poco de las repercusiones que están teniendo en la presidencia de Trump y en sus perspectivas para las elecciones de noviembre.
Trump acaba de superar, sin el menor temor a perderlo, el impeachment al que había sido sometido, y camina sin oposición hacia la nominación republicana.
El contraste con la carrera demócrata es tan grande y la falta de rivales en su propio partido tan notoria, que ha llevado ya a la cancelación de numerosas primarias republicanas ( Alaska, Arizona, Carolina del Sur, Hawái, Kansas, Nevada y Virginia), y no se descarta que acaben dejando de celebrarse muchas más. Son un trámite y a nadie le importan.
El presidente, libre de las tensiones propias de un proceso electoral, y con el rival entretenido con las propias, se concentra ahora en mantener fiel a su núcleo de seguidores y dar una imagen más sólida que la de sus oponentes, para convencer a los indecisos. Esto se refleja en la evolución de su popularidad, que sigue siendo notoriamente negativa, pero va mejorando lentamente:
Cuando en junio o julio de este año conozcamos el nombre del demócrata que se le enfrentará en noviembre, podremos calibrar si este último factor será determinante o no.
Mientras tanto, las encuestas le conceden con seguridad todo el medio oeste y la mayoría del sur del país (rojo), dejando a los demócratas las costas oeste, noreste, y algunos estados aislados (azul). El resto del país, sobre todo Florida y la zona de los Grandes Lagos, sigue siendo una incógnita: quien conquiste la mayoría de estos estados, ganará la presidencia. Trump puede concentrarse en ellos tranquilamente: de momento los demócratas están distraídos con otras cosas.

Este sistema de elección presidencial no tiene ningún sentido. Ya que no quieren contar el % de votos a nivel global, al menos podrían repartir el número de electores por estado en función del porcentaje de voto en cada estado, como se hace en España con los escaños por provincias. Pero con este sistema sólo hacen que en los estados que siempre son azules o rojos mucha gente no se moleste en ir a votar; y al mismo tiempo dejan el futuro de todo un país a lo que decidan unos pocos estados.