El apoyo social al presidente norteamericano es menor que su rechazo, pero a día de hoy no lo es más que la que otros presidentes tenían a estas alturas en sus propios mandatos.
Según fivethirtyeight.com, nada más tomar posesión, la aprobación de los estadounidenses al presidente pasó ya a niveles inferiores a los de su rechazo, y desde entonces siempre han sido más quienes lo desaprueban que quienes le prestan su apoyo. Hace un año la opinión negativa sobre Trump llegaba, casi, al 60% de la población. No obstante, desde entonces la oposición al presidente se ha ido reduciendo lentamente.
Aunque Donald Trump sigue siendo un presidente impopular en su propio país, tiene, sin embargo, un contingente de fieles importante que, además, se ha incrementado notablemente desde finales de 2017.
La comparativa con los seis presidentes anteriores demuestra que al menos tres (Barack Obama, Bill Clinton y Ronald Reagan), gozaban a estas alturas de su presidencia, de un apoyo similar al de Trump. Curiosamente, esos tres presidentes consiguieron finalmente ser reelegidos y culminar el mandato máximo que permite la Constitución americana: ocho años ininterrumpidos.
La posición de Trump, ahora que va a enfilar la segunda mitad final de su mandato, es mala, pero ni mucho menos desesperada. ¿Qué le espera en el inmediato futuro?
Su principal escollo es, por supuesto, la reelección, por la que luchará en el otoño de 2020. No parece que haya, en su propio partido republicano, nadie que plante cara al presidente.
En el campo demócrata todo son especulaciones. Ni los candidatos están claros ni las opciones de los electores parecen mínimamente definidas. Una encuesta realizada en Iowa afirma que el 32% de potenciales votantes respaldan a Joe Biden como primera opción, el 19% a Sanders, el 11% a O’Rourke, el 8% a la senadora de Elizabeth Warren (Massachusetts), y el 5% a la senadora de California, Kamala Harris. El resto de los 20 posibles candidatos obtuvieron menos del 5% de apoyo.
Si Trump consiguiera que en el próximo año sus índices de apoyo remontaran algo más, y su rechazo bajara del 50%, estaría en disposicion, gracias a la maquinaria y difusión que la presidencia concede, de renovar su mandato, si enfrente no tiene un candidato demócrata con auténtica capacidad de arrastre.
En general, los presidentes que consiguen la reelección suelen ver cómo mejora la opinión social sobre ellos en su segundo mandato, aunque dada su particular idiosincrasia, respecto a Trump todo puede ocurrir. La excepción, entre los últimos, fue George W.Bush, a quien las repercusiones de la guerra de Irak llevaron a unos últimos años horribilis.
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