Todo empezó con este tuit, hace cinco días:
Ando de vacaciones desde hace un par de días, en un hotel cerca de la playa. Iba todo bien hasta que han comenzado a suceder cosas raras. pic.twitter.com/6gd7Rqs6bL
— Manuel Bartual (@ManuelBartual) August 21, 2017
Desde ese momento, Bartual ha ido creando ante nuestros ojos una historia inquietante repartida en paquetes de tuits sucesivos: ahora veinte seguidos despachados en tan solo diez minutos; luego un silencio de cuatro horas; luego otro paquete de treinta y tres tuits seguidos, luego otro parón de veinte minutos; luego otros quince mensajes, luego otro parón…
Lo que hace una semana era una cuenta con unos pocos miles de seguidores, es ya, mientras escribo estas líneas, una de las cien más seguidas de España, con 314.475 followers. Cuando acabe de escribir este párrafo, por deprisa que lo haga, Bartual ya contará, seguro, con más de 315.000, porque sus seguidores están creciendo a razón, ahora mismo, de más de mil, ¡¡mil!! por minuto.
Lo de menos es la historia, que ni siquiera me parece muy original: el típico encuentro con uno mismo a través de una duplicación espacio-temporal (o algo parecido). Lo importante es cómo ha podido convertido en viral con una rapidez tan asombrosa en un país mediano como es España.
La técnica que está siguiendo Bartual no es novedosa, aunque está claro que el autor la desarrolla con inteligencia y saber hacer. Sus píldoras, sus tuits, son como pequeñas viñetas que se suceden en un comic que se construye en un diálogo permantente con unos lectores que contestan pero a los que el autor no parece escuchar. Por el camino, crecen los retuits, los “me gusta” y los seguidores; y se cuelan vídeos, fotos y otros mecanismos audiovisuales que facilitan el enganche del lector. Toda una batería multimedia, hábilmente dosificada, puesta al servicio de quien cuenta la historia.
Tras cinco días de desarrollo, hay que descender ya mucho en la historia de Bartual para encontrar el tuit inicial y comenzar a seguir su hilo. Todo el asunto, una vez te ha enganchado, se lee con avidez, hasta llegar al parón que se produce al alcanzar el momento presente. Entonces, al llegar al final provisional del relato, el lector se ve presa de la avidez y la tensión. Ahora mismo, por ejemplo, el protagonista nos ha dejado colgados, desde hace ya unos interminables veinte minutos, (a mí y a los 317.717 seguidores que acumula), mientras se ha ido camino de la comisaría, donde va a denunciar los extraños hechos en que está envuelto.
La historia promete acabar pronto, pero lo cierto es que para los que la estamos siguiendo no parece acabar nunca, tal es la expectación que despierta. Para cuando termine, Bartual tendrá 500.000 seguidores y será un fenómeno al que alguien tendrá que dedicar una tesis doctoral. O dos.
Y así se escribe la historia en este siglo XXI, con golpes de efecto y habilidad para manejar resortes que están a la disposición de todos. Para conseguir formar parte de ella solo hay que conjugar un par de ingredientes: una masa de seguidores inicial suficiente, que te dé el primer empujón, y una pizca de suerte/habilidad al construir escenarios que enganchen.
Es agosto, y eso también ha ayudado a la historia de Manuel Bartual. Entre otras cosas, si estuviéramos en septiembre, nadie le habría dedicado tanta atención. Nosotros tampoco.
Y ahora perdonadme. Os dejo. Han pasado 38 minutos y Bartual sigue en comisaría. En cualquier momento saldrá de ella y volverá para contarnos a sus 322.257 seguidores qué es lo que le ha pasado allí dentro. No podemos perdérnoslo.
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