Si en la sesión de investidura que se celebrará el martes a las 12:00 concurren todos los diputados, y todos votan según lo que se ha manifestado previamente, Pedro Sánchez será designado presidente del gobierno por 167 votos a favor y 165 en contra.
El margen es muy estrecho, tanto que hoy los partidos intentan asegurar por todos los medios posibles “que no falte ni uno”. Se está empezando por asegurar la presencia física de los diputados en Madrid ya en la noche del día 6. Hay miedo al tráfico, miedo a los atascos, miedo a los retrasos… Es previsible que la votación se celebre entre la una y las dos de la tarde, y no es raro en el Congreso que se produzcan despistes, ausencias de última hora, etc. Al revés: es lo normal cuando de 350 personas distintas hablamos.
El problema es que esta no será una votación normal para aprobar una ley ordinaria, ni una sesión de control al gobierno, ni nada parecido: será la votación que permitirá poner en marcha una legislatura que está muy en el aire, después de un largo bloqueo político. Todos los votos cuentan.
Aparte de poner los medios para que todos los diputados estén en Madrid, hay otros miedos y, por encima de ello, está el miedo al “outsider”, al diputado que, sin margen de reacción, decida cambiar el sentido de su voto.
¿Qué ocurriría entonces? El PSOE respira razonablemente tranquilo. Si un diputado abstencionista decidiera pasarse al “no” o uno de los del “sí” se pasara a la abstención, no ocurriría “nada”. La mayoría seguiría estando del lado de Sánchez. Para que esos cambios impidieran la investidura harían falta dos diputados, y eso es algo realmente difícil, porque, además, también son posible los cambios de voto “sobre la marcha” de última hora en sentido opuesto.
Peor sería una modificación más radical del voto, que llevara a un diputado a cambiar desde el “sí”, hasta el “no”. En ese caso, se produciría un empate, y Sánchez no saldría investido. Pero aún así dispondría, según el reglamento de la cámara, de dos votaciones más para deshacer el empate, a celebrar a continuación. Bastaría entonces con que algún partido de los abstencionistas, prestase uno o dos “síes” al gobierno.
Salvo sorpresa monumental, por tanto, Sánchez no dormirá inquieto hoy. Haría falta una acción combinada de varios diputados para que su investidura no saliera adelante, y eso es algo hoy por hoy difícil de imaginar.
A posteriori, no obstante, se plantearía un problema para el gobierno: las agendas de los ministros les tendrán a menudo en Bruselas u ocupados en otras tareas ineludibles, y, por tanto, podrán faltar en sesiones importantes del Congreso, llevando a la bancada gubernamental a perder votación tras votación. ¿Cómo evitarlo? La solución prevista es tan drástica como efectiva: hacer renunciar a los ministros del nuevo gobierno (a todos o a parte de ellos) a su acta de diputado, corriendo el turno hacia los siguientes de la lista, que podrán asistir a los plenos sin problemas para sacar la actividad parlamentaria ordinaria adelante.
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